domingo, 18 de mayo de 2014

Mis 202

Curioso título para una entrada, pero que tiene un significado: el pasado sábado conseguí terminar por segunda vez consecutiva la prestigiosa prueba de ultrafondo denominada 101 Km de La Legión de Ronda, de nuevo en la modalidad de duathlón. La dureza viene reflejada en el perfil de la prueba.


Días antes habíamos estado en Ronda recogiendo los dorsales. Maite participaría en la modalidad de marcha. Le dije que por aquí cerca tendría que pasar al inicio de la prueba.


Después de mucho buscar, encontramos una habitación en Setenil de las Bodegas, para poder quedarnos el día anterior a la prueba, y ducharnos y descansar algo después de ella. Aprovechamos la cercanía del hotel con el centro del pueblo para llegarnos andando.


Tomamos unas cervezas y unas tapas en la famosa calle donde los bares se ubican en la oquedad de la roca.


A las seis y media de la mañana del sábado sonaba el despertador, nos vestimos, desayunamos y desplazamos a Ronda. No tuvimos muy mala suerte para aparcar en el polideportivo que hay detrás del estadio. Yo andaba impaciente por entrar y entregar la mochila donde llevaba mis cosas para la transición. Y no me quedé tranquilo hasta que no estuve ya colocado en la pista.


En un rato aquello se convirtió en un auténtico hormiguero con miles de ciclistas en la pista, mientras los marchadores iban ocupando la zona del césped.


A las diez se daba la salida neutralizada para los ciclistas y duatletas, momento emocionante y peligroso por la gran densidad de bicicletas. De hecho, en los primeros kilómetros suelen haber enganches con las correspondientes caídas. Salida oficial y primer atasco.


El paso por el pilar de Coca sigue siendo multitudinario, hasta el circuito de Ascari no se iría aclarando un poco la carrera.


Saliendo de este tramo hubo un importante accidente de un ciclista, que tuvo que ser evacuado en ambulancia. Había que andarse con mucho cuidado de no meter la rueda delantera en uno de los múltiples baches del camino, y no salir volando. El paso por Parchite con destino a Arriate lo hice a toda velocidad con el plato grande. Antes de que me diera cuenta, ya andaba subiendo camino del Cortijo del Polear, con el sol pegando de lo lindo, dejando abajo el pueblo de Arriate.


La única caída que tuve en toda la prueba fue en esta subida, yendo a muy baja velocidad pedaleando y bebiendo del bidón, cogí arena y fui al suelo sin consecuencias graves. Arriba repondría agua, comería fruta y bajaría a gran velocidad hasta llegar a Alcalá del Valle. La salida de este pueblo camino de Setenil de las Bodegas, siempre se hace por la llamada cuesta blanca, donde a muchos nos toca empujar la bici, a favor de nuestros cuádriceps, a los que hay que cuidar hasta la meta.


De aquí a Setenil se llega con facilidad, a buen ritmo. Allí nos esperaba una buena ración de chocolate, fruta y un sandwich de jamón y queso, más Coca Cola. Sabía que después tocaba un tramo de cuestas que se hace sumamente pesado, máxime con el sol apretando sin piedad alguna. Había algún tramo que cada uno subía como podía.


Podéis imaginaros a un alérgico al olivo y a las gramíneas como yo, circulando por ahí. A más de uno se nos oía estornudar. Yo intentaba mantener la nariz húmeda en todo momento, para evitar en lo posible que el elemento enemigo entrase en mis bronquios. Después del avituallamiento de Chinchilla y tras subir un poco más, vendrían las bajadas más temidas por los que vamos en bici, ya que vamos apurando frenos para no salir disparados en una de las múltiples curvas cerradas con pendientes superiores al 20 por ciento.

A las seis menos cuarto estaba yo en el cuartel, cambiándome las zapatillas de ciclismo por las de trail. Entré en el comedor y apenas conseguí comer algo, aunque sí me bebí la lata de Coca Cola. Llegó un señor, se sentó en la mesa que yo ocupaba y me pidió que llamase a los sanitarios para que le atendieran, tenía mareos y toda la pinta de haber sufrido un golpe de calor. Lo dejé en manos del personal de seguridad y salí rápido camino de Montejaque, no sin antes subir esta foto al féisbuc con la finalidad de informar a mis amigos de mi situación de carrera.


Corrí durante un buen tramo hasta que empecé a subir camino de la ermita de Montejaque, ahí preferí la marcha para evitar las señales de calambre que me mandaban mis muslos. Desde esa altura podía divisar Ronda.


En estas rampas me encontré con mi amigo Guancho, compañero de instituto en Ronda, que iba en la modalidad de MTB, charlamos un tramo hasta que el terreno se hizo algo más favorable para montarse en la bici e ir adelantando tiempo. No tardé mucho en llegar arriba y divisar Montejaque.


Aún me iban adelantando ciclistas, lo que quería decir que yo iba muy bien de tiempo. Eso me animó a descender al trote hasta el siguiente puesto de avituallamiento, situado a la entrada del pueblo, en el exterior del cementerio.


La distancia a Benaoján es corta. Seguían pasando ciclistas que aprovechaban la bajada para dejarse caer a toda velocidad.


En Benaoján estaban algunos compañeros del club y me animaron y sacaron esta foto, en la que salgo de espaldas, marchando a buen paso con mis bastones.


Seguí bajando hasta el río, a partir del cual empezaría a subir de nuevo en los tramos más pesados, después ya de tantos Kilómetros recorridos.


Cada año hay sorpresas en la prueba. La de este año es que tanto la entrada al cuartel para volver a coger la bicicleta, como la salida del mismo, se llevaba a cabo campo a través, que con la noche encima y el cansancio acumulado, no me hizo ni pizca de gracia; pero ya quedaban solo los últimos kilómetros, había que apretar los dientes y seguir. Cuando me quise dar cuenta, estaba en Ronda, entre los aplausos de la multitud que animaba a todos los participantes que íbamos terminando. A las doce de la noche entraba en meta; el tiempo oficial que me dieron fue de 13 horas y 36 minutos, lo que significaba que le había bajado 1 hora y 8 minutos al empleado el año pasado.

Después de que me colgaran el ladrillo y me dieran la sudadera de finalista, pedí un par de filetes y un refresco, eso sí, tenía que hacerme alguien la foto con los triunfos encima.


Llamada telefónica para ver cómo iba Maite. Estaba muy contenta y con fuerzas, así que me quedé tranquilo, confiaba en ella plenamente. Me puse en contacto con mi amiga y médico nutricionista Rosa, después de ver que había intentado comunicarse conmigo. Y se presentó junto a su marido Paco y el amigo Diego para felicitarme. Me puse en sus manos a finales de septiembre del año pasado y me ha dejado con más salud y casi 14 Kg menos.


Tenía que ir todavía con la bicicleta hasta donde había dejado el coche por la mañana. Me monté y pedaleé hasta allí. Cargué la bicicleta y me fui directamente al hotel. Allí pedí por favor una cerveza, me quité todo el barro de encima con una buena ducha y me fui a la cama. Poco pude dormir pendiente de si sonaba el teléfono para ir a recoger a Maite. Sobre las seis de la mañana la volví a llamar para ver por dónde iba; me dijo su situación y que iba con mi colega karateka y gran marchador Chacón, o lo que es lo mismo, la garantía de que llegaría ya a meta sí o sí. Me vestí, bajé a desayunar y me fui con tranquilidad a Ronda. Aparqué el coche y bajé camino del centro, tropezándome con auténticos zombis, con cara mezcla de cansancio y satisfacción por haber llegado a meta.

Volví a llamar a Maite y me dijo que iban a empezar la cuesta del cachondeo, o sea, que estaban a poco de conseguir meta. Me fui en busca de ella, saludando a todos los conocidos que iban terminando. La encontré con Chacón ya pasada la cuesta del Espíritu Santo. Y esta es la cara de unos que saben que rozan el triunfo.


Después de 22 horas y 41 minutos andando, pasaban por meta. Prueba superada con nota.


Por el camino quedaron muchos compañeros, adolecidos por ampollas en los pies, que no les dejaron continuar.

Después de comer algo, posó en un famoso balcón de la alameda con la sudadera de finalista.


Antes de la prueba le había dicho a Maite que si ella la terminaba, el año que viene iba yo en la modalidad de marcha. Así que ya he empezado a entrenar para el cambio de modalidad.

Para el año que viene quiero tener tu presencia ...

domingo, 4 de mayo de 2014

Subida a El Boyar


No se nos ocurrió otra forma de emplear el día del trabajador, que irnos a hacer parte del recorrido de La Sufrida y así conocer el puerto de El Boyar. El punto de encuentro fue la venta La Vega. El personal llegaba con ganas de pedalear por el maravilloso entorno de la sierra de Grazalema. Aquí mis dos compañeros de jornada: Miguelange y Juan, ambos profesores de instituto y amigos desde que coincidieran en uno de ellos.


Cogimos carretera de Sevilla, y de ahí el desvío a Grazalema. El primer destino era el puerto de Los Alamillos.


Ya en los primeros tramos empezamos a disfrutar del paisaje.


Los primeros kilómetros se iban pasando con suma rapidez.


Miguelange es de los que se pican hasta con su sombra, cuando se trata de subir.


En un rato estábamos ya arriba, en el cruce. Yo aún no había quitado el plato grande; nos sentíamos fuertes.


Cogimos a la izquierda, dirección Ubrique, a tope.


Esta zona es muy tranquila para pedalear. Por cada coche que nos tropezamos, encontramos a diez ciclistas. Por no hablar de las ovejas.


Juan no se escapó de la cámara de Miguelange, a su paso por un tramo de flores silvestres.


Aquí no se escapó ninguno de salir retratado.


Pasamos tan rápido por Villaluenga del Rosario, que ni tiempo hubo para sacar la cámara de fotos. Ya el próximo pueblo sería Benaocaz.


Poco antes de llegar, hay una fuente con un gran chorro de agua, que aprovecharíamos para llenar los botes con agua fresca.


Juan llegaba después de no haberse podido resistir a fotografiar un paraje que acabábamos de pasar.


Hasta ahora habíamos circulado por toboganes. La bajada a Ubrique no permite ninguna licencia, hay que ir con los cinco sentidos puestos en la carretera, ya que hay un tramo de bajada con curvas cerradas muy exigentes. A muy buena velocidad llegábamos al cruce que nos llevaría a la subida fuerte del día.


Todavía estaban las piernas frescas y las ganas intactas como para darle fuerte a los pedales.


Dejamos El Bosque, ya íbamos subiendo. Solo hay que ver la diferencia de velocidad entre nosotros y el ciclista que baja en la foto.


Sería un tramo de subida continua hasta el pequeño descanso que hay en forma de bajada llegando a Benamahoma.


A partir de aquí se terminaron los descansos, tocaba subir y subir hasta coronar el puerto. El paisaje ayuda mucho, eso sí.


La primera vez que subo un puerto, el no saber dónde y cuándo termina, hace que me despiste y no sepa si hace falta comer algo más, o si ya queda poco. Paré en esta fuente, que resultó estar seca, para tomar un gel. Y ya que puesto, por qué no hacer un autorretrato, a falta de compañero, porque los dos elementos habían tirado para arriba como dos cohetes y no tuve forma de cogerlos, haciendo toda la subida en solitario, por muchos ciclistas que habían entrenando en la zona.


Pues como siempre suele pasar, ya quedaba poco para llegar arriba.


Por fin. La alegría fue inmensa. Un gran puerto, peleón, sin desorbitadas pendientes, pero muy constante y sin dar un respiro.


Una tremenda bajada hasta Grazalema.


Todavía tuvimos que subir el puerto Los Alamillos, pero eso ya era pan comido después de lo que acabábamos de escalar. La vuelta al lugar donde estaba el coche, se llevaría a cabo sin darle respiro al plato grande. Y luego, lo que siempre se hace al terminar una jornada ciclista de estas características: unas cervezas con unas buenas raciones para recuperar el cuerpo.

Una gran jornada ciclista en compañía de dos grandes aficionados a las dos ruedas. El perfil habla por sí solo.


Y ya que éramos tres los que salimos, pues pongo la canción de estas tres chicas revoltosas.