Nada más llegar había que visitar el tan famoso paraje, yéndonos directamente al agua.
Las intrépidas chicas se dieron una dura ducha bajo la cascada de agua. Eso sí, sin perder ni un ápice de glamour.
Cae con mucha fuerza, os lo aseguro, como si fueran verdaderas pedradas líquidas.
Y al otro lado de la cortina, un paisaje arbolado.
Algunos no creían todavía que pudiera existir un sitio así tan cerca de casa, llamando al relax.
Tuve nueva modelo, por lo que aproveché todo lo que pude para sacar su gran potencial y belleza.
Cada pequeño salto, cada poza era el mejor de los hidromasajes.
Juegos con agua.
Y mi modelo particular desde hace varias décadas.
Cada uno a su historia.
Tuvieron toda la paciencia del mundo con el fotógrafo, cosa nada fácil cuando éste tiene sed de tomas que va imaginando a cada instante.
La diagonal perfecta.
Una jornada de muchas risas, de saber apreciar lo que no se puede comprar, de conectar con el entorno.
Tal vez una de las fotos más divertidas de las que he hecho últimamente. Ella se lo estaba pasando genial.
También hubo su momento Zen, como el de Maite.
Hasta Javi tuvo su momento de concentración.
Yo seguía con estas dos preciosas criaturas, sirenas de río.
No iba dejar escapar la oportunidad de abrazarlas en el paraíso, donde todos los sueños se vuelven realidad.
Y salió de entre las agua una preciosa figura de mujer.
Un día muy difícil de olvidar, que luego continuó en el pueblo; éso será otra nueva entrada con más fotos y más vivencias.