miércoles, 23 de septiembre de 2015

Tiergarten Nürnberg

Visitar el zoo de Núremberg es algo especial desde el mismo momento en que tienes que coger el tranvía para llegar a él, terminando el trayecto en medio de un gran bosque.


Es un lugar donde su característica principal radica en el gran bosque donde se ubica. No es un zoo que se destaque por el gran número de animales que alberga, en grandes espacios para cada uno de ellos. Llaman la atención las jirafas en estas latitudes.


Disponen de un pequeño tren para ir recorriendo el recinto por su periferia.


El paseo a pie es de lo más ameno.


El lugar donde están los delfines, que también se pueden observar desde unos grandes ojos de buey situados alrededor de la piscina, tiene un ambiente muy diferente a los de por aquí, donde no tenemos tanta vegetación.


Las focas se encuentran la mar de a gusto al sol.


Un recinto abierto donde tienen sus pequeñas islas.


El oso polar tiene su propio recinto, aislado.


Hay pocas aves, entre las que está una pareja de cigüeñas.


Este ejemplar parecía querer abrazarnos.


Otros eran observadores de lo que ocurría alrededor.


El águila, majestuosa,


El tigre es a quien vimos más nervioso, no parando de un lado a otro, permitiéndonos coger bonitas imágenes suyas.


En alguna ocasión llegué a pensar que podía dar un salto y llegar hasta donde me encontraba haciéndole fotos. Luego me decía que la muralla estaría bien estudiada para que no la alcanzase.


El entorno de las cabras imitaba muy bien los lugares donde se mueven en libertad. Pude cazar a ésta mientras bebía.


Se puede comer dentro del recinto. Hay gente que se lleva su propia comida. Nosotros optamos por tomar lo típico: wurst (salchicha), en sus diferentes variedades. También os puedo decir que el precio de la entrada varía, según sea por familia, grupos, individuales, etc. Nosotros sacamos una entrada familiar para los tres, a un precio muy razonable, que rondó los 10 euros por cada uno.

Esta noche duerme el león ...

lunes, 14 de septiembre de 2015

Cumpleaños en Bamberg

Este año no me quería quedar sin un cumpleaños especial, y qué mejor que irnos a Alemania para visitar a Teresa. Así que el día en que cumplía 53 años de existencia, decidimos visitar la ciudad de Bamberg, donde pasaríamos el día. El transporte elegido fue el tren.


Teresa se encargó de sacar los billetes en la estación de Núremberg, nos montamos a la hora indicada y estuvimos viajando cómodamente entre paisajes diferentes a los de aquí.


En algo menos de una hora ya estábamos en el destino. Solicité un plano de la ciudad en una oficina de turismo que había en la misma estación de tren, nos orientamos y bajamos por Luitpoldstrasse, cruzando el río Requitz por el puente Luitpoldbrücke.


Paseando llegamos a Grüner Markt.


Un poco más adelante pasaríamos por Maximiliansplatz.


El tiempo en Alemania cambia constantemente. Llegamos con fresco, ocasión que aproveché para comprar una sudadera con capucha, nos cayeron cuatro gotas, luego subió la temperatura. Y con tanto cambio, decidimos dirigirnos a la parte antigua, parando a comer primero en un sitio lleno de encanto.


El Altes Rathaus (ayuntamiento antiguo) está ubicado en medio del Linker Regnitzarm.


Es de una gran belleza por donde se mire.


Aquí una vista de lo que es el Untere Brücke, hecha desde el Obere Brücke.


Otro puente sobre el Linker Regnitzarm: el llamado Geyerswörthsteg (pasarela).


Y estamos en pleno Altstadt (casco antiguo ó ciudad antigua), en concreto en Domplatz.


Hay unas vistas preciosas, pudiéndose apreciar al fondo la torre y tejado de St. Martin.


Entramos en la milenaria catedral de Bamberg (Bamberg Dom), algo único.


Bajamos a una pequeña capilla, dentro de la catedral, en un sótano; estaba cerrada con una puerta de barrotes de hierro, colándose dentro el parasol del objetivo de mi cámara de fotos al hacer esta toma; Teresa pudo rescatarla con un palo de ésos para hacer selfis con el móvil.


Hasta los confesionarios son únicos. Jamás había visto algo igual.


Desde la plaza se accede a lo que fue parte de la ciudad medieval, pegada a la catedral.


Javi se fotografió junto a una antigua fuente con el cartel de Kein Trinkwasser, lo que aquí llamamos "agua no potable".


Uno de los accesos a este recinto, donde estas señoras mayores me brindaron esta bonita foto.


Dando también a Domplatz está el Rosengarten (jardín de rosas), digno de ver y lugar para sentarse un rato.


No quise quedarme sin el recuerdo de los tejados de la ciudad.


Y de regreso pasamos por la Pequeña Venecia, con su canal Ludwig-Donau-Main-Kanal. teniendo la suerte de encontrarme de frente con esta preciosa toma.


Resumiendo, un día perfecto disfrutando en familia, sin faltar la foto con mis dos hijos.


Me ha encantado nuestro viaje a Alemania y los tres queremos volver lo antes posible. Me he traído más de mil fotos de Núremberg, que iré editando poco a poco.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

Alta montaña en fin de semana


Quien me conoce sabe que no hace falta que me toquen las palmas para emprender cualquier aventura deportiva que se me proponga; así que no pensé ni un segundo en decirle que sí al amigo Andrés, cuando me propuso acompañarle en la subida al Mulhacén partiendo del inicio de la vereda La Estrella, en Güéjar Sierra.

A las seis de la mañana me recogía en coche y poníamos rumbo a Granada. Como me suele ocurrir antes de cualquier viaje o aventura, no pegué ojo en toda la noche. Un copioso desayuno en Riofrío nos daría las primeras fuerzas del día, con el sol queriendo aparecer a nuestras espaldas.


Sobre las nueve y media empezábamos a andar por la vereda de La Estrella, que discurre paralela al río Genil.


En poco más de una hora veríamos a lo lejos las majestuosas cimas de Alcazaba y Mulhacén. En la foto os he puesto los principales puntos con sus alturas.


El paso que llevábamos era bastante alegre, probablemente por las ganas que había.


Dos horas de camino y ya por las minas; abandonada la explotación en 1957, solo quedan las ruinas de lo que fueron. Los minerales eran siderita, pirita y calcopirita.


Las previsiones meteorológicas no invitaban al optimismo, dando lluvia e incluso tormentas. De momento íbamos mirando el cielo, con cierto recelo.


A los 7,5 Km de camino se pasa el río Guarnón, que trae las aguas desde el mismísimo Veleta.


A partir de ahora, el río que seguimos es el Real, que al unir sus aguas con el Guarnón, forman el Genil. Una vez terminada La Estrella, tras unos 11 Km de caminata, cruzamos el río, que siempre hemos llevado a nuestra izquierda y subimos la primera pendiente fuerte del día, para pasar a la otra ladera.


Bajamos hasta el cauce del río Valdecasillas, que nace de la misma laguna La Mosca. Lo iremos dejando el resto del camino a nuestra izquierda.


Hora de parar a comer para reponer fuerzas, antes de afrontar lo más abrupto y pendiente de la ruta. Como agua, la del mismo río, con una pastilla de sales minerales de las que uso para cuando hago rutas largas de ciclismo. Llevamos unas 7 horas de caminata y fotos. En esta ocasión decidí echar solo una cámara compacta, ya que el peso de mi réflex colgada del cuello, no le haría mucho bien a mis ya castigadas cervicales.


Estamos subiendo muchos metros y el corazón acelera el ritmo para hacer llegar ese oxígeno que va escaseando en el aire por la altitud. El cuerpo va caliente y hay que refrigerar aunque sea la nuca con agua fresca.


El terreno es completamente pedregoso, con la piedra hecha lascas por el frío y el viento intenso. Para que podáis imaginar la inmensidad del entorno, señalo con un círculo al compañero.


El oro líquido se encuentra por doquier a estas alturas.


Una mirada atrás para ver todo lo que ya llevamos subiendo.


Aún hay que trepar un poco, viendo cómo la niebla se va echando encima.


El final lo hago entretenido con la boca abierta de admiración, a pesar de ser la tercera vez que subo por estos lares. Han pasado nueve horas, antes de llegar a la laguna.


Estaban acampados unos montañeros cordobeses. Las cabras están por allí a sus anchas, tanto que se dejaban fotografiar con total tranquilidad, acostumbradas a la presencia de gente ahí arriba.


Buscamos un refugio natural del viento, que nos protegiera parcialmente lo mejor posible de esa lluvia que se empeñaba en caer. No llevábamos tienda, se me antojó dormir al aire libre, sentir la libertad de verdad.


A las ocho y media de la tarde ya estábamos metidos en los sacos, con la niebla sobre nosotros. Durante la noche nos llovería, haría viento, se despejaría y podríamos ver las estrellas; todo alternándose de forma aleatoria. A las siete de la mañana, sintiendo una lluvia fina sobre la cara, pero a la vez dormido, siento que me despierta Andrés, preocupado, porque llueve y la primera bajada puede ponerse resbaladiza y muy peligrosa. Eso sí, la laguna está preciosa.


Miramos en dirección a la cima del Mulhacén, nuestro objetivo inicial. Su cima estaba cubierta, desconocíamos con exactitud el camino de ascenso y tomamos la inteligente decisión de no arriesgarnos a perdernos entre la niebla y dejar el intento para otra mejor ocasión.


Antes de empezar a bajar, me entretuve en sacar una panorámica del lugar, para seguir teniéndolo siempre presente.


Las ocho de la mañana, hay que iniciar ya la bajada sin demora.


Aparte de las cabras monteses, a las que estuvimos viendo con bastante frecuencia, tal y como íbamos bajando nos íbamos encontrando a las vacas compartiendo camino.


Empezamos la vuelta de La Estrella. No puedo irme sin meter las piernas en el agua helada, para que se recuperen del gran castigo al que han sido sometidas durante la bajada.


Y como si de un crío se tratase, lo que empezó por meter las piernas en agua, terminó por un baño completo.


Las nubes nos seguirían acompañando el resto del camino.


Sobre las tres de la tarde, se terminaba la aventura, dando gracias al cielo por no haber empezado a llover mientras caminábamos.


Después de semejante paliza había que recuperar fuerzas. No fuimos muy lejos, no, en el mismo merendero que hay ahí, al lado del río, nos metimos un buen plato alpujarreño y, en mi caso, un par de jarras de cerveza fresca.


Regresamos a casa sin contratiempo alguno, felices por el fin de semana tan bien aprovechado y con la promesa de volver para subir a lo más alto de la península.

El perfil de subida lo dice todo. Al final fueron 33 Km por alta montaña.


Y es que, cuando me siento bien ...