Dos de julio, martes, liado en la oficina con un proyecto de esos que te obligan a dar lo mejor de ti; suena el teléfono, reconozco el número, es de una de las consultas de hematología; esperaba el último resultado de la médula ósea, que la habían tenido que repetir por segunda vez, porque el resultado, me dijeron, no había salido claro.
-Órfilo, tienes que venir mañana, la prueba ha salido positiva, lo siento- Se me salieron unas lágrima y contesté que cómo podía ser, si las analíticas estaban saliendo bien, me encontraba muy fuerte, había recuperado mi vida anterior, trabajando a jornada completa, deporte y vida normal, con eso de lo que siempre ha sido para mí "normal". Le pedí poder ir en dos días, porque tenía una cosa que resolver al día siguiente, además de asimilar la noticia que nadie quiere jamás oír: la leucemia ha vuelto a aparecer.
En honor a la verdad, llevaba un tiempo diciendo que me notaba raro por el bajo vientre, con molestos dolores parecidos a aquella primera vez, pero estaba en modo positivo y no quería atraer al mal.
El jueves me acompañó Zenia, mi esposa, para oír en primera persona, todo aquello que mi hematólogo tenía que contarme. En las analíticas de sangre no había salido nada, pero sí que a nivel molecular aparecía una incipiente leucemia, que había que atajar de inmediato. Y sí, esta vez ya hay que acudir al trasplante de médula. El lunes se tenía que empezar un tratamiento a base de trióxido de arsénico y Vesanoid, durante seis semanas, de lunes a viernes, luego se haría una prueba de médula ósea, y si estuviese limpia de células sanguíneas defectuosas, se pasaría al procedimiento de trasplante, con todo lo que eso conlleva: encontrar un donante, empezando por los hermanos; si ninguno fuera compatible, habría que ir al banco de donantes.
Y aquí estamos, de nuevo metiendo veneno, ya van cinco semanas de tratamiento, mañana se empezará la última de este primer ciclo, con la esperanza de que todo vaya bien y no haya que repetirla de nuevo, porque los efectos secundarios, en forma de dolores de huesos y músculos, cansancio, irregularidades cutáneas y digestivas, pérdida de audición, sabor a metal en la boca ... se están poniendo pesados.
Me paso ahora de lunes a viernes con jornada intensiva de hospital, el resto del tiempo descansando lo máximo posible, asimilando todo lo que me meten en vena para matar lo malo. Los fines de semana son para dormir y recuperar un poco el cuerpo. Ya mismo se cortarán los baños de piscina y todo lo que sea llevar una vida normal, me encerrarán en una habitación de aislamiento, protegido de todo lo que pueda acarrearme una infección.
Miro hacia arriba, al cielo estrellado y pido que me deje ver convertirse en universitario a este niño; solo ese tiempo de más.
Por favor que ella no me falte.