Hubo quien se sumergió en tal piscina de ocres.
La idea era hacer fotos, como siempre que salimos por ahí.
Hay imágenes con las que dan ganas de escribir una novela de amor.
Viajando llegamos al nacimiento del río Genal, en Igualeja.
Fuente de tantos pueblos en su camino al mar.
Luego nos asomamos al pueblo azul.
Donde cualquiera puede sentirse como un gigante.
Todas las iglesias tienen su propia belleza interior.
La noche nos sorprendió a los tres, por las solitarias calles.
Esta zona de la carretera a la costa está muy castigada por el viento. Solo las estrellas se mantienen.
A la vida hay que pedirle su boca, para besarla siempre y disfrutar cada minuto que se nos concede en este mundo.
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