Eran poco más de las seis y media de la mañana del martes de la semana de Reyes cuando salí camino de Río Frío, punto de encuentro con los dos cuñados. Pasadas las ocho de la mañana ya estaba tomándome el tradicional Cola Cao con el bocata de jamón serrano. Trasladaron sus equipos a mi coche y nos fuimos los tres juntos, impacientes por llegar a la nieve. Sería sobre las diez de la mañana cuando estacionamos en el parking Virgen de las Nieves e iniciamos el ritual de las botas, sacar los esquís y bastones, además de ponernos la crema solar.
Botas puestas, esquís y bastones en mano, nos dirigimos al cercano telesilla Virgen de las Nieves.
La primera impresión fue que los muslos estaban ya a su temperatura de trabajo y, también, que no se nos había olvidado del todo cómo esquiar. De los tres soy el que peor estilo tiene, pero hace ya tiempo que aprendí a salir de apuros, así que … ¿quién dijo miedo? Después de un tentenpié, decidimos subir hasta el radiotelescopio empalmando los telesillas Jara y Monachil. Desde allí se ve Borreguiles como un pequeño hormiguero.
Ahora había que coger el Stadium para subir a 3050 metros y disfrutar de las pistas que se ramifican del Águila, todas ellas rojas, preciosas y no muy concurridas, cosa de agradecer. A continuación, los dos cuñados perfectamente sincronizados en un giro.
Aquí me sacaron atareado, con la cámara colgada al costado, algo no muy recomendable en caso de caída, pero que ya lo tengo como costumbre.
Llegadas las cuatro y cuarto de la tarde y después de acalambrarse mi tibial izquierdo, decidí que ya era hora de quitarse los esquís e ir en busca de las cómodas zapatillas de montaña.
Nunca desaprovecho la ocasión para hacer fotos, ni mi colega tampoco, que me sacó aquí con el Veleta difuminado al fondo.
Para terminar el relato, ¿qué os parece la panorámica desde el parking?
El regalo más grande …
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