En esta entrada os contaré con fotos, lo que supuso las poco más de 24 horas que duró la escapada a Sierra Nevada.
Sobre la una del mediodía del sábado salíamos Miguelange y yo desde su casa, en Chilches Costa, hasta donde me había desplazado en mi coche, para irnos juntos en el suyo. Él ya se había encargado de reservar y pagar el hotel, todo un detalle por su parte. En un rato agradable de charla, pasábamos por Salobreña.
Subimos por la carretera de la sierra y cerca del cruce que nos llevaría al hotel, paramos a comer en El Desvío, donde llegamos con bastante hambre. Estando allí sentados pasó un cicloturista, subiendo con la casa sobre la bici. Algo que tendré que hacer alguna vez, cuando la vida me conceda el tiempo para llevarlo a cabo.
Decidimos soltar las cosas en el hotel antes de llegarnos a por los dorsales. Yo no participaría, pero sí que había hecho la inscripción antes de mi lesión, así que recogería también mi bolsa. La vista de nuestra habitación no podía ser más espectacular. En invierno, con nieve, tiene que ser todo un lujo. Abajo, Güéjar Sierra.
Se me hace raro subir a Pradollano en verano, ya que mis visitas habituales son en temporada de esquí. La víspera de la prueba estaba yo la mar de tranquilo, mi amigo tenía prisa por recoger la bolsa y estudiar bien el recorrido.
Y antes de que se fuera yendo la tarde y refrescara por esas latitudes, nos fuimos a la piscina del hotel a pegarnos un buen baño.
Fuera del agua hacía calor, pero esta piscina, ubicada por encima de los 1.500 metros de altitud, tiene un agua bastante fresca. No obstante, las avispas gustan de darse también un baño.
Llegó la hora de dar un paseo y cenar temprano. Decidimos bajar a Pinos Genil, por donde el agua del río Genil circulaba con urgencia.
En estos sitios hay que calcular bien el número de raciones que pides, porque después traen sorpresa en cuanto a su tamaño. Lo suyo es una ración por persona, porque los platos son exagerados. Eso sí, todo está riquísimo.
Al hotel llegamos a una hora más que prudente. Había que madrugar mucho y yo estaba empeñado en hacer algunas fotos nocturnas.
Como siempre que duermo fuera de casa, no son muchas las horas que paso sumergido en el sueño, por lo que a las seis de la mañana ya estaba con los ojos de par en par, aunque sin hacer ruido para que mi amigo pudiera descansar, porque le esperaba una jornada de ciclismo de alta montaña, con 40 Km durísimos. A las siete de la mañana sonaba la alarma. Aún estaba en sombra el pueblo.
Fue ponerse en pie y colocarse la vestimenta de ciclista. Lo primero, bajar al coche para coger el casco y ponerle el chip de control que entrega la organización. Ya ha mejorado la cosa mucho y son desechables, de un solo uso. Antes eran un engorro que te tenías que poner en la zapatilla.
El día anterior habíamos hablado con recepción la posibilidad de que abrieran el comedor antes de las ocho de la mañana, para poder desayunar fuerte y empezar la prueba con la digestión bastante avanzada. Nos hicieron caso y fuimos los primeros en disfrutar de un copioso desayuno.
Subir a la habitación para recoger nuestras cosas y salir pitando para abajo hasta el pueblo desde donde se iniciaría la prueba. Bici fuera ...
La vestimenta de líder de la montaña, parece que no, pero motiva. Aquí ya había dado novedades a la jefa y estaba preparado para lo que se le venía encima: 40 Km con un desnivel positivo de cerca de 2.500 metros; casi ná.
Para el corte de la cinta de salida se contó con dos celebridades del deporte: la campeona de esquí, María José Rienda, y el ganador de un Tour de Francia, Óscar Pereiro.
Y se dio la salida, formándose el habitual tapón en la primera curva cerrada dentro del pueblo.
Yo sería el conductor de su coche, yendo a los sitios claves para hacer las correspondientes fotos y decirle cómo iba de tiempo, según lo planificado por él para su paso por varios sitios concretos. La primera parada la hice en la venta La Higuera, después de una importante y larga rampa. El primer participante llegaba en un visto y no visto.
Miguelange pasó muchos minutos antes de lo que había calculado.
La carretera de subida a Pradollano es el lugar elegido por multitud de personas para entrenar en altura. Aquí iba un tándem de la ONCE, con ruedas gordas, lo que hace más meritoria aún la subida.
El siguiente lugar donde le esperaría sería cerca de la gasolinera, poco antes de coger la carretera de montaña que pasa por encima del C.A.R. Aquí le vi muy animado, sobretodo teniendo en cuenta que iba cumpliendo con mucha antelación los tiempos de paso calculados en el hotel.
Incluso tenía ganas de emular a los grandes pedaleando de pie.
Ya tomaríamos carreteras diferentes. Los ciclistas subirían por la estrecha, de rampas que dan miedo mirarlas, sin un respiro. Yo continuaría hasta Pradollano, donde subiría hasta la carretera por donde pasarían los ciclistas. Dejé el coche estacionado cerca del parking Virgen de las Nieves, e hice un buen tramo en busca de ellos. Desde mi posición se dominaba un inmenso paisaje.
Mientras esperaba el paso de Miguelange, ayudé a un ciclista completamente acalambrado que iba andando por la carretera. Como sé lo que es éso, y lo que es tener que retirarse en una prueba ciclista por no poder dar una pedalada por bloqueo muscular, le di una de las pastillas de sales minerales que llevaba en mi mochila. Supongo que eso le ayudaría a terminar la prueba. Y aquí llegaba, con tres horas ya sobre la bici, mi amigo, diciéndome que cogiera yo el telecabina y un telesilla para que le esperara en el Veleta. Ahí supe que terminaría, conozco muy bien su enorme capacidad de sufrimiento.
Con el Veleta al fondo.
He cogido muchas veces el telesilla Veleta, pero siempre con unos esquís en los pies, no en zapatillas de montaña.
Y ya, el colmo, en vez de esquiadores en telesilla, ciclistas.
Arriba seguí disfrutando de fotos insólitas.
Desde arriba las pistas aparecen como una mezcla entre piedras y neveros.
Estampa curiosa, desde luego, esta de los ciclistas en medio de la nieve.
Aquí va el campeón, por encima de los 3000 metros de altitud.
Acercándose a la meta, buscando oxígeno de cualquier modo.
Y pasó por meta, con sus 52 años cumplidos, en un tiempo de cuatro horas y media de un no parar de dar pedales, afrontando pendientes con porcentajes de dos cifras.
Objetivo cumplido.
La foto que quiero hacerme el año que viene, si hay suerte con las lesiones y entreno como es debido.
Bici en alto, como el titán que es. Con el Mulhacén a su espalda.
Por encima de Borreguiles.
Ahora llegaba un trago difícil de digerir, y es que eso de tener que llevar la bici de carbono colgada en un telesilla, no es plato de buen gusto.
Aquí parece ir recomendándose a Dios, para que no se caiga la bici.
La verdad es que prefiero hacer estas bajadas esquiando.
Una vez abajo llegaba la merecida comida. Yo, por solidaridad, no había probado bocado desde el desayuno; es más, ni tan siquiera había bebido agua con tanta emoción. Las cicloturistas suelen terminar, al menos a las que yo he asistido, con una paella y cerveza para reponer fuerzas e hidratarse en condiciones.
Y aprovechando que María José Rienda andaba por allí, un gran aficionado al esquí como soy yo, no podía dejar escapar la ocasión de fotografiarme con la mujer considerada como la mejor esquiadora española de todos los tiempos. Os aseguro que es una persona muy cercana, simpática, a la par que guapa.
Y se terminaba la escapada, vuelta a casa y pensar en prepararse para el año que viene. El deporte es el motor que mueve nuestras vidas.
Esta entrada ha sido mi pequeño homenaje a este amigo que conocí vestido de ropa militar durante nuestro servicio militar en Castellón de la Plana y con el que sigo compartiendo el camino de la vida, con bodas, hijos, vacaciones y todo lo que conlleva el paso por este mundo. ¡Enhorabuena Miguelange!
¡No nos podrán pararrrr!!!
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