No tenía mejor excusa para subir el puerto de Peñas Blancas, en Estepona, que la de ver la Vuelta Ciclista a España. Solo me hizo falta una llamada de Miguelange para acabar de convencerme. De este modo me recogió en Marbella, monté la bici en su coche y nos fuimos, junto con el amigo Cameron, camino de la entrada de Estepona. Allí dejaríamos el coche e iniciaríamos un recorrido de poco más de 3 km hasta empezar el puerto de verdad. En el Km 0 esperaba el amigo Wence para subir también con nosotros.
Mi primera etapa duraría unos 20 minutos, hasta que paré para que el corazón bajara de las 193 pulsaciones por minuto necesarias para afrontar las primera rampas con porcentajes superiores al 10 por ciento.
En el horizonte veía nubes, y tenía la esperanza de que fuera refrescando a medida que iba cogiendo altitud.
Pancarta de últimos 10 km, solo llevo 4 subiendo y se siguen encadenando las fuertes rampas de dos cifras.
Por el camino había un coche convertido en bar, en el que tuve la tentación de parar y tomarme una cerveza bien fría, pero en visto de lo que me quedaba por delante, decidí hacer solo la foto y continuar el camino.
Como estaba cortado el paso a los coches, el personal subía andando, que ya es mérito también.
Pintadas de Maté, el ciclista de Marbella, por todo el trayecto. No pude evitar hacerme la correspondiente foto.
Ya veis que a esas alturas iba despechugado, no hay cosa peor para mí que el calor sobre la bicicleta, es algo que nunca he soportado, y eso que soy de la Costa del Sol. Pasado el km 7 hay una fuente a mano derecha, con un agua muy fresca. Repuse los dos botes que ya había agotado.
Una curva a lo lejos, tras los pinos. La diferencia de cota con el sitio donde estoy, es grande.
Sentado bajo la sombra de un pino, bebiendo un poco y recuperando el resuello, pasó Beatriz Maté, la hermana del ciclista, y me dijo que si quería subirme al coche, a lo que, obviamente, me negué, dándole las gracias. Había ido yo a sufrir sobre la bicicleta, que es lo que me gusta, aunque suene raro. Aquí ya quedaban menos de 6 km, la pancarta me la dejé abajo.
Ver lo del km 5 fue algo que me dio alas. A partir de ahí la cosa bajaba en cuanto a rampas, siendo una cuesta continua pero muchísimo más suave. Ya sabía que ya mismo estaría arriba.
Y llegué al final del puerto. Había que hacerse la foto.
Tuve que dar un poco la vuelta para encontrarme con los amigos, que habían decidido quedarse pasados unos doscientos metros la pancarta del último kilómetro, donde veríamos pasar a los profesionales. De izquierda a derecha: Cameron, Wence y Miguelange.
Y claro, una en la que aparezco yo.
Por allí cerca estaban también algunos compañeros del Bike Station Marbella. Y empezaron a pasar las caravanas.
Aquí parece como si este ciclista y este agente estuvieran custodiando mi valiosa Orbea, no por cara lo de valiosa, sino por lo que supone para mí.
Mientras llegaban los ciclistas, nos comimos un suculento bocata y un refresco, que se habían encargado de comprar los compañeros por allí. Así de tranquilos estaban Wence y Miguelange; por cierto, también andaba por allí Marisa, amiga de Wence.
Y llegó el primero, Igor Antón, del Euskaltel Euskadi. Le faltaba unos cientos de metros para cruzar la meta.
Y lo que es la grandeza del ciclismo, donde nunca es definitivo hasta que no se cruza la línea de meta; este hombre de la foto, Konig, ganaría la etapa.
Paso del primer pelotón, iban como cohetes.
Buenas bicis las que lleva el pelotón profesional, lo que es cierto que todas me quedan grandes de talla, pero bueno, se podría cambiar en fábrica ¿no? (Ya quisiera yo una de ésas para mí).
Uno del Sky y otro del Caja Rural, por parejas, como la Guardia Civil.
Estos dos, ya ante la cercanía de la meta, y estando todo el pescado ya vendido, iban de charla.
Otra pareja del Lampre.
Se me puso una fotógrafa acreditada al lado, nos pusimos a hablar de cámaras de fotos, y al final se me escapó el paisano Maté, que tenía yo ganas de sacarle una foto. Eso sí, saqué a esta otra reportera profesional, que como a todos los que se dedican a hacer fotos, no le gusta que se las hagan a ella. Llevaba dos buenas herramientas colgadas.
Y se me antojó que me hicieran una foto montado en la bici, que para eso me lo curré de lo lindo.
Y ahora llegaba lo más peligroso: bajar el puerto al mismo tiempo que lo hacían aficionados andando, en coche, e incluso los profesionales. Ahí sí que iba con temor, sobre todo en las curvas cerradas con gran pendiente. Tanto fue así, que al llegar abajo, justo antes de la circunvalación de Estepona, hay una cuesta tremenda, donde estaban parados todos los coches y motos de los agentes de la Guardia Civil que habían intervenido; me dieron el alto para que parase, y no pude hacerlo hasta diez metros más abajo; tuve que explicarle al agente que mi bici no lleva ABS, cosa que entendió con una sonrisa, por poco no me subo por encima de uno de los coches allí parados.
Cuando llegamos al coche, montamos las bicis y nos fuimos al bar más cercano a tomar una gran jarra de cerveza. Teníamos todos la boca seca.
Y como colofón a la entrada, dejo el perfil que grabó el programa que llevo en el móvil. No está nada mal el puerto. Habrá que repetirlo en otoño, un domingo, con tiempo más fresquito.
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