Un precioso recorrido, con un total de 22 km entre la ida y la vuelta, pero merece la pena subir por el río para meterse en los cahorros, en la parte alta del río Higuerón.
Esta excursión la hicimos un grupo de amigos, que quedamos muy temprano en el pueblo de Frigiliana para pasar una jornada, que al final resultó como una de trabajo, pero en diversión, con ocho horas.
La salida fue una alternativa de Chacón al camino tradicional y más corto. El coche lo dejamos a la entrada del pueblo, echamos a andar hacia el Sur y pronto cogeríamos un camino de bajada en busca del río. Si no hay cuesta buena, no hay sonrisa de mi amigo.
Curiosa escalera, a la par que empinada, la que están subiendo los amigos Raúl, Irene y Antonio.
Se va pasando por algún estrechamiento entre rocas y vegetación.
Y se llega a una gran alberca, impresionante.
Se camina por un cauce seco. El agua todavía escasea.
Pronto se llegará a una pequeña piscina natural, donde algunos tomaron el primer baño del día.
Estamos ya en el merendero. Algunos empezaron a comer ya un bocadillo para ir cogiendo fuerzas.
Mi hijo retoza en el agua, mientras tanto.
Aquí se puede reponer agua para el camino.
Continuamos la ruta, unos por tierra y otros por agua, según el gusto.
Paso entre un bosque. Javier tenía ganas de llevar los pies frescos.
Llega un momento en que la calzada es de agua.
Después de tanta vegetación, se va entrando en un pedregal, donde el agua curiosamente desaparece.
Los pinos van cobrando importancia en el paisaje.
El calor y el entorno invita a caminar por el agua.
Pronto comienzan las primeras cascadas.
Se empieza la parte angosta del camino.
Y toca ir empezando a subir escaleras naturales de piedra.
Bueno, la diversión del día: un tobogán pulido por el paso del agua, que hizo las delicias de todos.
Javier y Andrés pasando por las pozas.
El amor también está impreso sobre la roca.
Nueva parada técnica en la jacuzzi natural.
Y a trepar, que es lo que irá tocando hasta el final.
Alicia fue la más lista respecto a la indumentaria a llevar en estos tramos.
Ojo, también hay fauna en estas aguas, como esta pequeña culebra, que salió huyendo cuando vio llegar a tanta gente. Le he remarcado la cabeza para que se la pueda ver.
Llegando a una preciosa cascada.
Por ahí hubo que trepar ayudándonos unos a otros.
Un paso muy complicado. No quiero ni pensar lo que puede ser esto en invierno, a tope de agua.
Impresionante espalda la de Maite, con todos los músculos en tensión.
Llegamos a donde los árboles flotan sobre el agua.
Muchos fuimos los que quisimos ducharnos con un torrente de agua tan clara, que algunos bebimos directamente de él.
La cuerda deshilachada sobre la piedra resbaladiza, no nos dio la suficiente confianza como para continuar y terminar el corto tramo que nos quedaba. Así que dimos la vuelta, encontrándonos con una familia que subía, formando durante unos minutos un pequeño atasco.
Bajando por el desfiladero.
De nuevo en la cascada, y otra vez todo el mundo a deslizarse por él.
Como había gente que tenía que entrar a trabajar, y otros tenían compromisos familiares, se fueron formando pequeños grupos. Alicia, Maite, Javier y yo nos lo tomamos con algo más de tranquilidad, sin prisas, pero también sin pausas.
Como no había bastante con todos los kilómetros andados, la excursión termina con una cuesta muy pronunciada, donde los vehículos tienen que subirla en primera y con mucho cuidado. Nosotros la subimos con muy buen humor.
Y había mercadillo medieval en Frigiliana.
Un buen día con una docena de amigos.
Corre, corre, corazón ...
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