Seguí subiendo hasta divisar un torreón al que quería subir, en todo lo alto de la montaña. Seguro que fue utilizado en su tiempo como lugar para otear y defender el lugar de enemigos extranjeros.
Después de preguntar a un anciano del lugar, me indicó por dónde podía acceder al torreón. Para ello tenía que volver sobre mis pasos, atravesar el pueblo y subir por unas empinadas rampas desde donde se me ofrecían paisajes que a esa hora tardía parecían sacados de un cuento.
Ya arriba, pasé al interior, subí por unas escaleras de piedra, muy estrechas y oscuras, hasta llegar de nuevo a la luz de la tarde, divisando un horizonte lejano de 360 grados. Me tomé mi tiempo para disfrutar, respirar despacio y hasta meditar por unos minutos. Todo era paz. Luego volví a salir por una puerta que me conduciría al monte.
La bajada la hice por la otra salida del pueblo, divisando en un momento dado el torreón y los tejados de la iglesia.
Fue una buena tarde de fotos y pensamientos positivos.
Buenas fotos, pero puedo decirte que en la última foto ese edificio que más o menos es una especie de iglesia, ¿no? es como más bien el Disney Land Paris, aunque no lo sea.
ResponderEliminarSaludos... y como te interesa saber quién soy, soy yo, Javier.