Todo empezó por una ocurrencia de ésas que me vienen y que ejecuto sobre la marcha. Puse mi intención en un grupo de facebook y pronto conté con la respuesta de Paco Giménez y Miguel; el primero asistiría con su hijo Iván. Así que llegamos allí de noche y empezamos a dar un paseo partiendo del Refugio de Juanar. Mi primera foto contó con la colaboración especial y no intencionada de Miguel, que se paseó por delante de mi cámara de fotos mientras tomaba una larga exposición, portando su frontal bien encendido. Ahí fue cuando expliqué lo de los efectos especiales en las tomas nocturnas. La verdad es que le da un toque de gracia a la foto.
Una preciosa luna llena empezaba a coger altura entre los pinos.
Tanta era la iluminación natural que teníamos, que se veía perfectamente el camino, sin tener que hacer uso de nuestras linternas.
La visión del bosque, con las montañas al fondo y las estrellas en un celeste cielo, invitaba a parar cada dos pasos para intentar fotografiarlo lo mejor posible.
El olivar ofrecía un ambiente de misterio, invitando a la meditación sobre la belleza de tantas cosas sencillas.
Después de múltiples pausas, llegábamos al mirador.
Y desde allí nos hacíamos los dueños de todo lo que abarca nuestra visión. Una costa completa a nuestra disposición.
Sobre nuestras cabezas, iluminada por la luz de la luna y las estrellas, algo no dejaba de vigilarnos, como perenne guardián del mirador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario