La zona del radiotelescopio andaba algo más despejada. La terminal que se ve a la derecha sería visitada en varias ocasiones durante este segundo día de esquí.
Esta vez se empezó directamente a calentar en la primera bajada desde la base del Veleta, con unos pies quejosos y las piernas doloridas por el día anterior. Sin duda, el estilo de Wence es envidiable por bueno.
Preparando las posteriores bajadas, me tenían reservadas muchas emociones para ese día.
Al finalizar la primera bajada, y en espera de que las piernas fueran adaptándose de nuevo al ejercicio, dediqué unos momentos a hacer fotos de personas anónimas para mí. El snowboard, bien hecho, es espectacular.
Y lo máximo es ver cómo algunas personas son insuperables cuando cambian la silla de ruedas por un monoesquí. Es impresionante la habilidad con la que esquían.
Tras el descanso fotográfico, me incorporé de nuevo al grupo, usando la cámara de vez en cuando, como en esta llegada de José Antonio.
El estilo inconfundible de Miguelange, que no falla ni un solo giro.
Duelo de cámaras sobre la nieve
Uno de mis inicios de giro, que van en función de lo que me vaya encontrando por delante y de las horas que lleve sobre la nieve.
Aquí el amigo no le teme a la fría nieve con tal de sacar una buena imagen.
Este paraje que nos encontramos hubiese sido ideal para cualquier escena de película. Hubo que remar un poco por este sitio, cosa que captó de maravilla el director de fotografía que llevábamos.
Otras seis horas de esquí. Ya se había calmado el ansia del primer día y se disfrutó más en cada bajada. Ducha rápida y de paseo al centro de Pradollano. A estas horas ya descansaban los remontes.
Las nubes sobrepasan los cansados tejados, despidiendo el día.
Hora de hidratarse como mandan los cánones, con cerveza. Aquí con el amigo Wence en El Cartujano.
Después de la cena en el hotel, los alumnos se iban de marcha, con la promesa de que no harían mucho ruido al volver.
Saltaaa ...
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