Las motos no paran de ir y venir. Me subieron hace unos años, una vez que me tuvieron que rescatar de una pista por un ataque de vértigo que me dejó incapaz de ponerme de pie, debido a que perdía la orientación y el equilibrio por visión completamente blanca. Pues bien, me bajaron a botiquín a una velocidad increíble.
Un poco de descanso para echar un trago de gel y otros de agua, recupera rápido.
El snow acompañado de paisaje, da mucho juego.
El rato que dura el traslado en telesilla también da para mucho, sobretodo para divertirse con el paisaje.
Al final fueron tres bajadas por el río y una completa desde el radiotelescopio a Pradollano por Loma Dílar. Después de comer me dediqué a hacer fotos, pasear y buscar algunos detalles para los de casa. Abajo hay una zona de jardines de nieve, con una pajarera donde hay algunos palomos y gallos.
Con un pequeño lago se puede uno entretener fácilmente durante casi una hora.
A partir de las cuatro de la tarde, la gente va dando ya de mano en esto de deslizarse por la superficie blanca.
Toca subir al hotel para recoger el equipaje, con el pensamiento puesto ya en otras cosas.
Algunos no podemos soltar la cámara ni en el telesilla.
Camino del que fue nuestro refugio durante tres días.
Aprovechamos para hacer los últimos retratos a los compañeros.
Aquí estaba ya el personal preparado para montarse en el autobús de vuelta a casa.
Una última foto para recordar el Veleta.
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