Aquí a lo mío, concentrado en lo que estaba haciendo, ya que en esta misma zona fue donde tuve el desafortunado accidente la temporada anterior, rompiéndome los gemelos de la piernas derecha.
Ya sabéis lo mejor que hay para los deportistas después de un día de esfuerzo continuo: una buena tanda de cervezas. Aquí descansaba yo del líquido amarillo y me rehidrataba con una buena jarra de tinto con limón, que también va bien para recuperar lo perdido en la pista.
Uno de los robados a los que hacía mención, y encima con choteo, poniéndole mi nombre en el casco, jajajaja.
Servidor en las alturas, con cara de felicidad, olvidando problemas y la puñetera crisis.
Vaya, me cogió esquiando controlando una buena pendiente.
Algo me hizo que levantara el esquí, puede que una de esas montañitas por delante, que tan poco me gusta encontrarme en mitad de un giro, por el peligro que conlleva.
Vaya, una foto esquiando con verdadero estilo.
Uno de los ya famosos duelos de cámaras.
Se acercaba el momento de volver a casa. Aquí con el amigo José Antonio, profesor del instituto Jorge Guillén.
Un posado, con la Nikon a cuestas, como siempre.
Parada antes de coger el último telesilla del viaje.
La última bajada, alegres por los buenos ratos y porque nadie del grupo había sufrido ningún accidente, ni hubo contratiempo alguno con los alumnos.
Y aquí la última foto en Sierra Nevada, esperando ya el próximo viaje. De izquierda a derecha: Juan, conductor del autobús, Miguelange, Wence, José Antonio y servidor, los maestros, nombre con el que nos llamaban los alumnos del grupo.
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