Lo del sábado fue ya un entrenamiento en serio de cara a los 101 Km de La Legión, en bicicleta de montaña, que es la disciplina que llevo peor. Ya a las nueve de la mañana salía camino del punto de encuentro con Raúl, que era frente al club de golf Aloha. El día parecía que iba a estar algo soleado, en contra de las previsiones de lluvia que habían dado.
Solo empezar a subir, y recordar que no me había echado el inhalador para el asma, así que tocaba un poco de sufrimiento hasta que mis bronquios se hicieran al esfuerzo. Ya empezaban unas enormes nubes a cubrir el cielo.
Dejábamos atrás, a nuestra derecha La Concha, todavía con el calor de un sol que se iba escondiendo con mayor frecuencia.
En esta foto se aprecia que ya iba yo cogiendo color, después de subir una gran cantidad de metros en unos escasos kilómetros.
Y empezó a llover, pero de verdad, ya pasada la casa del cabrero, camino del Matulo.
Nos incorporamos al carril del Castaño Santo, metiéndonos de lleno en un camino embarrado.
Pasado el merendero está el desvío que lleva a Istán, pero aún hay que bajar y subir mucho monte.
Un rato de lluvia sobre la cara, en un descenso, con la mayor sensación de libertad que alguien pueda conseguir.
El paisaje es increíble, tanto que no dudaré en repetir este entrenamiento en breve.
Y llegamos a un buen torrente de agua, donde aprovechamos para limpiar de barro las bicicletas, ya que iban con más peso en las ruedas de lo deseado y los cambios no obedecían como debieran.
Dos metros por detrás mía caía el agua con fuerza en una preciosa cascada.
Ahí arriba entiende uno que hay que seguir cuidando nuestro entorno por encima de cualquier interés de cuatro estúpidos empeñados en sacar dinero a costa de estropear o romperlo todo.
Comenzamos unas bajadas bastante incómodas, con mucha piedra de por medio, y en los cambios de laderas empezaban a aparecer torrentes más rápidos por la incesante lluvia. Aquí solo pude salvar un solo pie del agua.
De verdad que no estoy acostumbrado a andar por barro con la bici. Me impacientaba por el poco avance para tanta pedalada, dejando un gran surco en la tierra.
Y llegamos al sitio temido de la ruta: cruce de río Verde por debajo del Canalón, con un caudal tremendo. Bicicleta en brazos, con pasitos cortos y muchísimo cuidado. Primero lo intentó Raúl.
Cuando lo pasó él, fui yo el que comprobó que aquello había que tomárselo en serio, porque detrás estaba la cascada con muchísimas rocas, el agua muy revuelta y el peligro se podía hasta oler. Ya una vez pasada la zona del verdín, cerca de la otra orilla, me volvió la sonrisa a la cara.
Otra vez subir hasta llegar a Istán por la zona del nacimiento. Al llegar a la fuente, lloviendo a mares, dejé la bicicleta en la puerta del bar más cercano, llegué a la barra y le dije a la señora que atendía que contaba con cuatro euros, venía cansado y con hambre. Me ofreció un buen plato de albóndigas con tomate, una cerveza y abundante pan. Se lo agradecí, porque me devolvió a la vida. Ya solo quedaban unos 21 Km hasta casa, que no se hicieron tan pesados como habría podido imaginar.
Al final salió una ruta de 67 Km con un perfil más que curioso. Vamos por el buen camino.
Por todo éso, no me rendiré, no.
La aventura está a la vuelta de la esquina. Vivir la vida con intensidad no tiene precio. Enhorabuena por tu capacidad de disfrute (y sufrimiento).
ResponderEliminarVas por el buen camino para los 101. Lo tienes a tiro.
Definitivamente: estás loco!!! pero sigue así, que vas bien... (en el fondo lo que tengo es envidia...).Un beso.
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