lunes, 19 de agosto de 2013

De Yunquera al Torrecilla


Un nuevo reto acompañado por un grupo de amigos. Chacón organizó una subida nocturna al Torrecilla, cima a 1.919 metros de altitud. Ya habíamos estado en varias ocasiones, la última en diciembre del año pasado, pero algunos no habíamos subido por la noche para quedarnos allí a dormir y volver a la mañana siguiente.

La idea era subir desde el mirador de Puerto Saucillo, donde un cartel marca la ruta con 9,4 Km ida y otros tantos a la vuelta, dificultad alta, pero al final tuvimos que incrementar el recorrido en unos 2 km, empezando desde una barrera, ya que el camino estaba cortado por una cancela cerrada. Todos muy sonrientes y con muchas ganas de andar por la montaña, iniciábamos la ruta a las diez menos cuarto de la noche.


En algo menos de media hora llegamos al mirador, donde decidimos cenar. Ahí estuvimos una media hora, retomando el camino por el sendero señalizado PR A 351, donde el cartel indica que el tiempo estimado para llegar a la cima es de unas cuatro horas, supongo que no tienen en cuenta las paradas para las fotos, porque nosotros a buen paso echamos unos diez minutos más.


Hay quien se entretuvo en hacer alguna foto desde tal sitio privilegiado, prolongando el tiempo de la cena. El pueblo en primer plano es Yunquera.


Nos introdujimos en un bosque de pinos y pinsapos, en el que tuvimos que hacer algún paso que demandaba nuestras cualidades de deportistas flexibles. Maite no tuvo ningún contratiempo pasando por debajo del gran árbol caído (Foto de J.M. Chacón).


En este punto nos encontrábamos a 5 km de Puerto Saucillo, según el cartel indicador, por lo que faltaban casi otros tantos para hacer cima.


Cada uno con la luz frontal, escuchando el sonido del viento en una noche bastante oscura (Foto de J.M. Chacón).


A pesar de la dureza de la ruta, no faltaron las risas.


Y a las tres menos cinco de la mañana hice cima. Otra tanda de fotos. El ritmo que habíamos seguido coincidía aproximadamente con el que marcaba el cartel de la ruta, solo que habíamos hecho más de 11 Km en total desde donde tuvimos que dejar los coches.


Nos quedaba por pasar unas horas de una noche muy fría, donde la paz mora, con las trazas de algunas frontales en la oscuridad.


Una noche entre montañas y estrellas.


Las chicas eligieron una habitación con buenas vistas, pero algo incómoda.


No creo que llegara a dormir un total de más de un par de horas, cuando tuvimos que levantarnos. No recordaba haber pasado tanto frío en la montaña. Pronto comenzaría la hilera a bordear la cresta camino de la cima, ya que habíamos bajado por su espalda intentando inútilmente encontrar un lugar más resguardado para pasar la noche.


Todos los montañeros sabemos que la recompensa a tanto esfuerzo no tiene precio.


Desde allí se divisa toda la provincia, incluso nuestra querida Sierra Blanca, con Juanar y Lastonar al Sureste.


A donde mirase, había un pueblo de la comarca.


Empezamos la bajada, que aunque cansa menos a los pulmones, requiere de un buen trabajo de cuádriceps y pies.


Pronto llegaríamos a mitad de ladera.


Y poco después terminaríamos la bajada, pasando lo peor, ya que el camino desde la cima hasta la base, no es cómodo de bajar, por la cantidad de piedra suelta que tiene.


Maite indicaba el punto en el que habíamos estado hacía apenas un rato.


Pronto dejaríamos el abrevadero, encaminándonos hacia la fuente.


En esta época del año, el agua que sale de la fuente es más bien escasa.


Y aquí está uno de los protagonistas de la zona: el quejigo.


Nos irá ofreciendo su sombra para los pequeños descansos de reagrupamiento, antes de entrar en el bosque, para el que todavía quedaba un buen rato.


A estas alturas de camino tuve que echarme crema para la inflamación de mi tobillo izquierdo, y ponerme una media de compresión, para aguantar bien hasta el final. Era mucho trayecto ya tirando de una pesada y enorme mochila andando por encima de piedras que se empeñaban en darle ángulos imposibles a mis pies.

Los compañeros se empeñaron en subir a la Peña de los Enamorados, ubicada donde indican Maite y Antonio.


El recorrido invitaba a la fotografía.


Las montañas aparecían en estratos.


Mientras los otros miembros de la expedición subían a la Peña, Maite y yo continuábamos nuestra ruta entre quejigos.


En poco tiempo ya teníamos al resto subidos a la Peña, confesándonos después que el viento allí arriba podía haberlos echado abajo, siendo muy peligrosa la corta estancia arriba.


Al cambio de ladera, también lo hacía el paisaje.


Y esta fue la última foto que pude hacer, antes de entrar en el bosque. Ya aligeraríamos el paso, en busca de los coches. Maite, Alicia y yo prolongaríamos la excursión, dándonos una suculenta comida en un restaurante de Yunquera.


Diez compañeros y grandes montañas. En pocos días habrá nueva aventura, pero eso será otra entrada con nuevas vivencias.


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