Ruta del domingo pasado, en compañía del colega karateka y marchador, Miguel. Le avisé al mediodía, sin previo aviso, tal y como se me vino a la cabeza, vamos; así que ni comimos al mediodía en casa. La idea era hacer "La Ruta de El Pozuelo" por la zona de Juanar.
Una vez aparcado el coche cerca del refugio de Juanar, cogimos carretera abajo hasta el inicio del camino por el monte.
Hay que subir por una ladera, con fuerte pendiente, desde la que se ve la carretera de acceso al refugio, quedando éste a la derecha.
Ahora en primavera lo que hay son abejas por todos lados, de flor en flor recogiendo polen.
Aproximadamente en media hora ya estábamos en la ladera opuesta, al otro lado de la montaña.
Lo mejor de esta ruta son los constantes cambios de paisaje.
Para alguien que no haya hecho la ruta, espera algo diferente al llegar al pozuelo.
En una zona de pinos, la resina es algo que se puede encontrar, pero no siempre las gotas ofrecen su lado artístico a la cámara.
El paso entre pinos va abriendo los bronquios ayudados por la menor presión que da cierta altitud.
Y llegamos al lugar donde queda a la derecha un picacho, que no supe hasta después cómo se llamaba, ni qué vistas depararía su cima. Nos quedaba a la derecha del camino.
Esta vez decidí acometer su subida, sin saber ni cómo sería, ni qué encontraría por el camino; aunque ésto último se puede resumir con esta toma.
Después de trepar por el tramo final, señalizado con piedras, llegué a dominar un gran territorio.
Nadie dijo que no haya que hacer siempre un buen esfuerzo para alcanzar la cima y, con ella, gozar del domino que la altitud de la montaña da. Detrás del compañero se ve el camino del que nos habíamos desviado.
Y claro, hay que hacerse la foto, cómo no, con las piernas a dos colores. Este es el Picacho de Castillejos, según comentó después el amigo Lucio por el féisbuc.
Por encima nuestra, sólo aves y nubes.
Una bonita ventana.
En algunos momentos, la luz del sol tras las nubes dibujaba a éstas con siluetas de colores.
¿Quién dijo que bajar fuera más fácil que subir?
Medio paso atrás y se funde uno con el paisaje.
¡Qué me gusta una subida por roca!
Uno se siente grande, por encima de los bosques.
Sierra de las Nieves entre abetos.
La vuelta al camino, con los árboles al contraluz.
El pinsapo, ese abeto tan especial.
Paisaje al NO.
Y llegamos al camino que baja al refugio.
Ya en el bosque que rodea el edificio. Tan bueno y tan cerca de casa.
Y después de unas horas de disfrutar de la marcha en plena Naturaleza, repusimos fuerzas en el Solís de Ojén. El perfil da muestras de que hicimos deporte. Recomiendo esta ruta con la inclusión de la subida al Picacho.
Música acorde con las circunstancias.
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