miércoles, 1 de mayo de 2013

Una jornada ciclista por la sierra granaína

Este domingo se celebró la prueba cicloturista denominada "La Ruta de los Nazaríes del siglo XXI" con salida en La Zubia y llegada en un parque natural cercano a la mencionada localidad. El perfil prometía mucho en cuanto a dureza y belleza del paisaje, así que había entrenado con ilusión para tan singular evento.

El sábado por la tarde metí mis vestimentas de ciclista en una mochila, cargué la bici en el coche y me dirigí a casa de mi amigo Miguelange, donde ya me esperaban con la cena preparada y mi cuarto listo para pasar allí la noche, y así partir directamente en su coche por la mañana temprano.

Antes de que sonara el despertador a las seis de la mañana, ya estaba mi amigo dándome un toque para que me levantara a desayunar. A las siete de la mañana estábamos ya montados en el coche, camino del pueblo granadino.


El cielo de Dúrcal no nos garantizaba el tiempo despejado que deseábamos, aunque tampoco daba muestras de lluvia.


La prueba empezaba a las 10.30, pero más de una hora antes ya andábamos preparando las bicis.


Ante la incertidumbre con el climatología del día, cambiábamos de idea de un momento a otro en cuanto a la ropa, ya que igual asomaba el sol tímidamente, que empezaban a caer gotas. Optamos por abrigarnos y echar el chubasquero.


Yo iba preparado con camiseta interior deportiva de tirantes, maillot, cortavientos y manguitos, con el chubasquero guardado en uno de los bolsillos traseros. Aquí aún quedaba una hora para la prueba, con Granada a mi espalda.


Y después de calentar unos minutos subiendo cuestas por los alrededores de la salida, nos fuimos para el punto de partida desde donde saldríamos neutralizados hasta el centro del pueblo. Por delante tenía unos pocos de compañeros ya bien ubicados.


Por detrás ya también se estaba formando un grupo importante de ciclistas.


Y llegó el gran momento. Salieron todos disparados, de tal modo que cuando estábamos atravesando ya la ciudad de Granada, miré el ciclocomputador y me llevaban a más de 40 km/h llaneando, algo impensable en mis habituales salidas en solitario. En una de las rotondas vi caer a un compañero, ya que había empezado a llover torrencialmente y la carretera se había puesto muy resbaladiza, por lo que las curvas entre tanta gente se hacían muy peligrosas.

Al poco empecé a ver compañeros que se daban la vuelta, yo ya iba en la cola y no entendía bien si es que eran más razonables que yo, que en esos momentos ya iba completamente chorreando, a pesar de haberme puesto el chubasquero, ya que el agua me entraba por las aberturas del casco y me resbalaba por la espalda; o que la carrera se había anulado por la climatología. Al seguir tropezándome a competidores en sentido contrario, y ver a un motorista de la organización le pregunté si se había anulado la carrera por el tiempo, y me dijo que no, pero que era temerario el seguir, ya que las bajadas de los puertos podrían suponer un gran peligro. Yo, por supuesto, había ido con Miguelange y no tenía en la cabeza la idea de abandonar. Por una vez mi amigo también fue sensato y me lo tropecé en sentido contrario, por lo que ya sí que opté por dar la vuelta, que tampoco sería fácil, ya que había que recorrer 20 km en sentido contrario, sin conocer el camino y con las manos y pies insensibilizados por el frío y el agua. El termómetro marcaba 6º C. Del tema viento, mejor ni recordarlo.

Y conseguimos llegar al polideportivo, estando un buen rato bajo el agua caliente de la ducha hasta conseguir que el frío abandonara mi cuerpo.

Decidimos subir hasta el lugar donde estaba ubicada la meta, con la idea de ver llegar a los colosos que completarían la carrera a pesar de todos los pesares, y donde también nos darían de comer. Aquí conseguí fotografiar a uno de los primeros en llegar, con un tiempo que no tiene nada que envidiarle, dadas las características del recorrido, a los del pelotón profesional.


No es de extrañar la cara de admiración con la que el público miraba a estos grandísimos deportistas.


Y qué bicis, madre mía.


Gente ahí arriba haciendo fotos, no faltaba.


La organización fue bastante buena. Hubo mucho control por parte de las autoridades, prensa, varias motos de enlace. Cayeron en todos los detalles.


En las carreras no somos los primeros, pero para la paella, no nos gana nadie, jejeje. Aquí estaban estos señores preparando dos enormes paellas para los participantes.


Y a 4º C que estábamos allí, había que darse mucha prisa para poder comerse el arroz algo caliente.


La bella y la bestia. Una bici preciosa y un enorme tractor.


La niebla iba entrando a medida que la tarde se acercaba.


Llegaba la hora de ir volviendo ya a la costa. No sin antes echar un último vistazo y habiendo recogido el maillot de regalo.


Nos vimos obligados a coger otro camino diferente al deseado, por medio de un parque precioso, pero con un carril no preparado para un turismo.


Una preciosa estampa serrana. Parece que hubieran puesto los dos caballos ahí, con ese encuadre, para que yo los sacara.


Increible paraje alrededor de la presa de Rules, ya acercándonos a la costa.


Y hasta aquí aguanté totalmente despierto, hasta Salobreña. Luego encontraría la posición justa del sillón para echar una siesta hasta que parara el coche mi amigo.


Al final, lo que iba a ser una cicloturista en toda regla, por la climatología, quedó para nosotros en un entrenamiento bajo el agua y el granizo.


Una versión del Know How con Feist, que me ha encantado.


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