jueves, 26 de septiembre de 2013

Visita a la Sierra de Crestellina


Magnífica excursión a la Sierra de Crestellina, por la zona de Casares, para subir a la parte más alta de la misma y poder observar el vuelo de los buitres. Seguimos la ruta inversa al itinerario marcado, ya que uno de los compañeros decía que era mejor afrontarla de esta manera para convertir lo que era una bajada un tanto delicada al final, en la subida de inicio.

Si se aparca el coche en un lateral de la carretera, una vez llegado al pueblo, habilitada como aparcamiento, se baja unos metros dirección Oeste hasta dar con un desvío a la derecha.


Subiendo, a mano izquierda hay una cancela, y a su derecha está el sendero de subida. Y estos son los amigos con los que pasé tan buena jornada de montaña. De izquierda a derecha están Raúl, Mariano, Irene, Rafa y Josemari.


El inicio es duro por la gran pendiente que tiene, cogiendo a los músculos aún fríos.


Como se gana altura en poco tiempo, pronto se tiene una magnífica vista de Casares.


En algo menos de 40 minutos se llega a un refugio.


Aquí ya divisamos al primer buitre de la jornada.


Desde aquí se puede ir al Mirador de Cosalba.


Hora de las primeras fotos.


Magnífico grupo el que nos juntamos esta vez. Los seis ya hemos repetido muchas excursiones juntos, así que la compenetración es perfecta. El terreno que se controla desde aquí arriba es impresionante.


Media vuelta para seguir el sendero. Y una nueva vista de Casares, esta vez se puede ver su ubicación encima de una gran peña.


A Levante había unas nubes que decoraban a la perfección el entorno de montaña y árboles.


Y tocó subir por las rocas, ahora que se terminó el sendero.


Con la excusa de la foto, aprovecho para tomar un respiro.


Esta escena nos tuvo entretenidos un rato. No podíamos dar crédito a lo que estábamos viendo. La hormiga subía a pulso al escarabajo, mucho más grande que ella.


Aún se veía la cima lejana.


La subida, como si fuera una escalera de enormes peldaños, va haciendo mella en los doloridos gemelos.


Arriba ya, con dos grandes montañeros.


A Poniente se divisa Gaucín.


La hora del bocata fue una constante pelea con las avispas que se proponían apoderarse de nuestra comida. Al final no había más remedio que reírse ante la batalla.


Estilo Los Simpson, al menos por las nubes.


No podía faltar la típica foto sobre la roca más aislada cercana al precipicio.


Irene mostraba la montaña a su nueva cámara de fotos, buscando buitres por doquier.


Los buitres nos observaban desde las grandes alturas, donde apenas podíamos captarlos.


Hora de empezar a bajar, en el tramo de roca hay que ser bastante cuidadoso con no resbalar y terminar muchos metros más abajo, lleno de moratones.


Hubo momentos en los que se tenía que parar un poco para buscar el lugar más favorable.


Se termina escalonado, como la propia bajada.


La vuelta, entre pinos, comiendo los frutos que nos da el terreno: moras, higos y brevas.


Qué lejos y que pronto se ve la sierra que habíamos subido hacía un rato.


Xochipilli, Príncipe de Las Flores, a la entrada de una de las fincas por las que se pasa.


Antes de llegar al pueblo hay una fuente, de donde mana un breve hilo de agua.


No puede faltar la típica estampa de la cabra comiendo ramas de arbustos.


Después de cinco horas y media estábamos de vuelta en el pueblo. Se repuso fuerzas con unas raciones de jabalí y otros manjares, bien regado con cerveza para recuperar fuerzas.


Recordando a aquellos muchachos de Liverpool, con fotos de George Harrison y su primera mujer.


martes, 10 de septiembre de 2013

Subida a Peñas Blancas


No tenía mejor excusa para subir el puerto de Peñas Blancas, en Estepona, que la de ver la Vuelta Ciclista a España. Solo me hizo falta una llamada de Miguelange para acabar de convencerme. De este modo me recogió en Marbella, monté la bici en su coche y nos fuimos, junto con el amigo Cameron, camino de la entrada de Estepona. Allí dejaríamos el coche e iniciaríamos un recorrido de poco más de 3 km hasta empezar el puerto de verdad. En el Km 0 esperaba el amigo Wence para subir también con nosotros.


Mi primera etapa duraría unos 20 minutos, hasta que paré para que el corazón bajara de las 193 pulsaciones por minuto necesarias para afrontar las primera rampas con porcentajes superiores al 10 por ciento.


En el horizonte veía nubes, y tenía la esperanza de que fuera refrescando a medida que iba cogiendo altitud.


Pancarta de últimos 10 km, solo llevo 4 subiendo y se siguen encadenando las fuertes rampas de dos cifras.


Por el camino había un coche convertido en bar, en el que tuve la tentación de parar y tomarme una cerveza bien fría, pero en visto de lo que me quedaba por delante, decidí hacer solo la foto y continuar el camino.


Como estaba cortado el paso a los coches, el personal subía andando, que ya es mérito también.


Pintadas de Maté, el ciclista de Marbella, por todo el trayecto. No pude evitar hacerme la correspondiente foto.


Ya veis que a esas alturas iba despechugado, no hay cosa peor para mí que el calor sobre la bicicleta, es algo que nunca he soportado, y eso que soy de la Costa del Sol. Pasado el km 7 hay una fuente a mano derecha, con un agua muy fresca. Repuse los dos botes que ya había agotado.


Una curva a lo lejos, tras los pinos. La diferencia de cota con el sitio donde estoy, es grande.


Sentado bajo la sombra de un pino, bebiendo un poco y recuperando el resuello, pasó Beatriz Maté, la hermana del ciclista, y me dijo que si quería subirme al coche, a lo que, obviamente, me negué, dándole las gracias. Había ido yo a sufrir sobre la bicicleta, que es lo que me gusta, aunque suene raro. Aquí ya quedaban menos de 6 km, la pancarta me la dejé abajo.


Ver lo del km 5 fue algo que me dio alas. A partir de ahí la cosa bajaba en cuanto a rampas, siendo una cuesta continua pero muchísimo más suave. Ya sabía que ya mismo estaría arriba.


Y llegué al final del puerto. Había que hacerse la foto.


Tuve que dar un poco la vuelta para encontrarme con los amigos, que habían decidido quedarse pasados unos doscientos metros la pancarta del último kilómetro, donde veríamos pasar a los profesionales. De izquierda a derecha: Cameron, Wence y Miguelange.


Y claro, una en la que aparezco yo.


Por allí cerca estaban también algunos compañeros del Bike Station Marbella. Y empezaron a pasar las caravanas.


Aquí parece como si este ciclista y este agente estuvieran custodiando mi valiosa Orbea, no por cara lo de valiosa, sino por lo que supone para mí.


Mientras llegaban los ciclistas, nos comimos un suculento bocata y un refresco, que se habían encargado de comprar los compañeros por allí. Así de tranquilos estaban Wence y Miguelange; por cierto, también andaba por allí Marisa, amiga de Wence.


Y llegó el primero, Igor Antón, del Euskaltel Euskadi. Le faltaba unos cientos de metros para cruzar la meta.


Y lo que es la grandeza del ciclismo, donde nunca es definitivo hasta que no se cruza la línea de meta; este hombre de la foto, Konig, ganaría la etapa.


Paso del primer pelotón, iban como cohetes.


Buenas bicis las que lleva el pelotón profesional, lo que es cierto que todas me quedan grandes de talla, pero bueno, se podría cambiar en fábrica ¿no? (Ya quisiera yo una de ésas para mí).


Uno del Sky y otro del Caja Rural, por parejas, como la Guardia Civil.


Estos dos, ya ante la cercanía de la meta, y estando todo el pescado ya vendido, iban de charla.


Otra pareja del Lampre.


Se me puso una fotógrafa acreditada al lado, nos pusimos a hablar de cámaras de fotos, y al final se me escapó el paisano Maté, que tenía yo ganas de sacarle una foto. Eso sí, saqué a esta otra reportera profesional, que como a todos los que se dedican a hacer fotos, no le gusta que se las hagan a ella. Llevaba dos buenas herramientas colgadas.


Y se me antojó que me hicieran una foto montado en la bici, que para eso me lo curré de lo lindo.


Y ahora llegaba lo más peligroso: bajar el puerto al mismo tiempo que lo hacían aficionados andando, en coche, e incluso los profesionales. Ahí sí que iba con temor, sobre todo en las curvas cerradas con gran pendiente. Tanto fue así, que al llegar abajo, justo antes de la circunvalación de Estepona, hay una cuesta tremenda, donde estaban parados todos los coches y motos de los agentes de la Guardia Civil que habían intervenido; me dieron el alto para que parase, y no pude hacerlo hasta diez metros más abajo; tuve que explicarle al agente que mi bici no lleva ABS, cosa que entendió con una sonrisa, por poco no me subo por encima de uno de los coches allí parados.

Cuando llegamos al coche, montamos las bicis y nos fuimos al bar más cercano a tomar una gran jarra de cerveza. Teníamos todos la boca seca.

Y como colofón a la entrada, dejo el perfil que grabó el programa que llevo en el móvil. No está nada mal el puerto. Habrá que repetirlo en otoño, un domingo, con tiempo más fresquito.



Una canción para asimilar tanta subida.