sábado, 18 de mayo de 2019

Lluvia

No sabría decir cuántos tipos de lluvia hay, pero todas me parecen especiales; siempre hay un momento, un lugar, que las diferencia.

Lluvia tupida, cálida, por la tarde, que invita a mojarse.


Resguardarse bajo elementos naturales, lejos de ser un peligro.


Están las otras protecciones, las artificiales, las inventadas por el hombre.


No está mal buscar aislamiento, aunque sea eléctrico.


Grises sobre blancos, lo oscuro sobre lo claro.


Cualquier cosa es buena para achicar agua.


Gotas como cuchillos de cristal, ocultando una realidad.


Y te vi bailar bajo la lluvia.


martes, 14 de mayo de 2019

De Vedado a Parque Central

Un sábado con ganas de andar y hacer fotos. Salí de casa con la mochila a la espalda y la cámara de fotos colgada al cuello, dispuesto a fotografiar todo lo que me pudiera llamar la atención. Y de éso salieron estas quince fotos.

Bici y pesca. Dos actividades compatibles en el malecón.


El sol de la mañana es fuerte. Hay que buscar aunque sea un corto refugio para la cabeza, mientras se gasta un rato de vida.


Andar hacia la oportunidad.


Los gorriones son de los mejores supervivientes que conozco. Son activos, buscan y rebuscan de donde sacar una migaja.


No es buena idea dar un paseo a las horas de sol fuerte, cuando tu piel es casi tan blanca como la leche.


Indefensos nos encontramos, como tortuga del revés, cuando tenemos que luchar contra los sistemas creados por el hombre para gestionar los derechos que unos pocos creen oportunos.


Pasar por el aro: acción a realizar de forma involuntaria, por no ir en contra de lo dictado.


El turista es el que disfruta con derechos adquiridos en divisas.


El arte y la tecnología no están reñidos. Puedes elegir lo que quieras.


El Morro, esa fortaleza creada para la defensa de la ciudad.


Fifty fifty.


Muchos pequeños pueden comerse al grande.


Paseando con niños.


Movimiento transversal, con protección.


Venta de pinturas en el Paseo.


Vivo en la calle Melancolía.


jueves, 2 de mayo de 2019

Historia de un nacimiento

Al pasar de cierta edad, uno deja de hacer planes, simplemente se limita a vivir tal como le va llegando la tarea. Un día me llamaron para que viniera a revisar las instalaciones del primer hotel de gran lujo que se abriría en Cuba; el tiempo sería de quince días. Luego se prolongaría un mes más, durante el cual se me planteó quedarme un año trabajando aquí. Son dos años ya desde la primera llegada. Dos años que han sido otra vida, culminando con el nacimiento de mi tercer hijo, fruto de una bonita relación hispano-cubana.

El primero de mayo es una fecha muy especial en la vida de Cuba, con una marcha en honor de los trabajadores, siendo un día festivo. De madrugada empiezan a agruparse las personas y colectivos que van a desfilar, todo ello en la avenida denominada Paseo. A las cuatro y cuarto de la madrugada soltaba Zenia el tapón mucoso y me avisaba de ello. Fuera de la cama, vestirse y para la calle en busca de un taxi; después de intentarlo varias veces en 23, nos para uno y le decimos que vamos para el hospital, para lo cual tenemos que atravesar por Paseo. Se pueden imaginar la de explicaciones que tuvimos que dar para que los agentes encargados de la seguridad de la marcha, nos dieran paso entre la multitud de personas que a esas horas ya se iba congregando. Todo esto a las cinco de la mañana.


Al final, y después de dar unos cuantos rodeos, conseguimos llegar al hospital. Tocamos en el cuerpo de guardia, en urgencias, y nos salió una enfermera a la que explicamos lo que sucedía. Llama al médico de guardia, examina a mi morena y dice que no tiene contracciones, que de vuelta para casa. Pero cómo, si ya no puede pasar ni un solo vehículo; pues a pie, cargando con la bolsa y la maleta; un paseo de un kilómetro y pico. Subir las dos plantas sin ascensor y a echarse a dormir un rato. Más de las diez de la mañana de un día algo nublado; a estas horas se ha tenido que terminar ya la marcha.


Hora de volver al hospital, porque ahora sí empieza a aparecer alguna que otra contracción. Esta incipiente vida sobre un gastado y viejo tronco, parece anunciar una nueva vida.


Esta vez fuimos precavidos y almorzamos antes de entrar al hospital, en un lugar económico, pero de comida decente en moneda nacional.


Para calmar algo los nervios, inevitables en ciertas circunstancias, me entretuve haciendo alguna foto mientras llegaba la comida.


Otra vez para urgencias. Ahora sí le ponen el monitor, pero no se refleja contracción alguna, que prediga la inmediatez del parto.


Son casi las dos de la tarde, sí que observa el médico, la pérdida continua de líquido, así que para arriba, que nos busquen una habitación ya. Aterrizamos en un cuarto donde otra mujer está a la espera de que le venga la hora de parir. La acompaña su mamá, una mujer afable con muy buen sentido del humor. Con la conversación se hace menos pesada la espera.


Ay, que la cosa empieza a ponerse seria. Llega la hora de poner de nuevo el monitor.


Ahora sí empiezan a darse con regularidad las contracciones. La doctora decide que hay que volver a hacer un reconocimiento de la nueva situación.


La mamá de nuestra vecina sigue esperando a que su nieto decida ponerse en marcha.


Son las cinco menos veinticinco, hay que coger camino de la sala de prepartos. Ahí no puede entrar ningún varón, así que a esperar noticias. A las seis se hizo la luz, cuando me llamaron para ver a la mamá con el bebé. En ese momento me vino simultáneamente el llanto y la risa. Me pareció el niño más bonito del mundo, igual que sucediera en ese mismo momento con sus hermanos.


Luego vendría una espera de casi cinco horas, hasta que mamá y bebé subieron a la habitación asignada. La noche pasó a trompicones, entre sueños y tomas de pecho; acompañados de una plena felicidad.

Mi agradecimiento a todos los profesionales del Hospital Materno Ramón González Coro, también a los del consultorio y policlínico de La Habana Vieja, donde hemos hecho hasta amigos. Y en general a todo el que nos ha atendido para que saliera bien esta aventura, de principio a fin.

Duerme, duerme negrito.