jueves, 15 de diciembre de 2022

Martes trece

 Un martes trece con mucha lluvia y poco que hacer. Después de una visita a una vivienda para ver unas instalaciones, decidí dar un paseo en coche, bajo una fuerte lluvia. La idea era ver cómo estaban los lugares donde se recogen las aguas venidas de la sierra; dados los charcos que se estaban formando.


El lago de las Tortugas tenía una buena capa de barro. Su nivel de agua sigue siendo bastante bajo.


No me esperaba ver a esas horas, cayendo mucha agua, a nadie por allí y, menos, pescando.


La presa del Guadaiza no está demasiado lejana y no la visitaba desde este invierno pasado, que fui con mis hijos, Javi y Nacho. El paso, que hay justo por encima de la presa, tenía una buena cantidad de agua.


El nivel de agua es muy bajo, tanto, que hay isletas donde debería haber una buena masa de agua.


El agua iba topando con ese obstáculo de hormigón, cuya misión es retenerla, para cuando haga falta, reenviarla para el pantano de la Concepción.


En esta siguiente imagen se puede ver muy bien la cantidad de agua que caía del cielo en esos momentos.


De vuelta, se veía todo el paisaje distorsionado por la lluvia en el cristal.


Como no tenía muchas ganas de volver a la soledad de la casa, quise asomarme al pantano de la Concepción, donde quedan muchos metros por llegar para poder llenarlo hasta su máximo nivel.


Llueve sobre mojado ...



jueves, 8 de diciembre de 2022

Día de la Constitución española

 No he tenido muchas ocasiones últimamente para sacar a pasear a la Fuji, así que aproveché que Zenia tenía que trabajar el día de la Constitución y que hacía una mañana agradable, para salir a dar un paseo de unos cinco quilómetros con mi hijo Nacho; algo que nos vendría bien a los dos. Nuestro paso no fue tan ligero como el del protagonista de esta fotografía.


En realidad nos dirigimos hacia la playa, porque me lo pidió Nacho, que le encanta ver el mar. Eso es genético, no me cabe la menor duda.


Si en algo se nota que el pequeño ya va creciendo, es por las travesuras que se le van ocurriendo.


Mar y cielo, hipnosis asegurada.


Al tractor lo pusimos a trabajar.


Un niño no es niño, sin llenarse las manos de arena.


Poco tiempo fue el que disfruté de la orilla, a pesar de ir bien abrigado, no me da mucha seguridad mi dolorida salud. Trabajo arduo ascendiendo maderos.


Los pinos dan vida con su verdor y ese aporte extra de oxígeno.


Hay un tramo de pasarela, sombría, donde el verde se pega a la madera.


Los tréboles con gotas de agua luchadoras por seguir acompañando un suelo sombrío y húmedo.


Y así, siempre in the shallow (en la superficie).


miércoles, 14 de septiembre de 2022

PISCINA NATURAL DEL RÍO GUADIARO

 Este verano ha sido el de los ríos cercanos, haciendo varias excursiones a zonas del interior. Hace unas semanas supe de una piscina natural en el río Guadiaro, en la Estación de Jimera de Líbar; monté en el coche a Zenia, Javi y Nacho y nos fuimos primero a comer a Montejaque, donde le enseñé a mi esposa el museo lavadero donde antiguamente iban las mujeres del pueblo a lavar la ropa.


Bajando de Montejaque y, antes de llegar a Benaoján, se coge la carretera que nos llevará hasta la Estación de Jimera de Líbar. Aunque fuese domingo, no tuvimos problemas para aparcar. Hay un bonito paseo hasta el río.


El río está al otro lado de las vías del tren.


Hay que pasar por un túnel subterráneo.


Pronto se abrirá el terreno dando paso a unas fabulosas piscinas creadas con el curso natural del río Guadiaro.


Esta es la primera piscina.


Aguas arriba también se interrumpe el curso del río para crear una segunda piscina.


Los juegos con el agua no hay quien los evite.



Ante tanto jaleo, Nacho optó por sentarse a pensar sobre qué era todo ese espacio con el verde como color predominante.


A pesar de estar el agua fresca por la corriente y la configuración del lugar, es inevitable deslizarse sobre la verde lámina.


A ver quién no cae en la tentación de hacerse la foto de recuerdo, aunque la foto no sea muy buena.


Y se armó otra vez la guerra ...


Hay una vereda para dar un paseo e investigar sobre la flora y fauna del lugar.


Esta libélula la encontré medio camuflada entre los tonos ocres.


Cardo borriquero.


Rara la excursión sin la pose de mi cubana.


A una hora prudente dimos la vuelta.


¿Cómo sería por dentro esa casa?


Ya de vuelta se me ocurrió que sería una buena idea enseñarle a la caribeña, el entorno de la cueva del Gato. La llaman así porque en la roca se dibuja la figura del felino.


Antiguamente había un puente que volaba sobre el río, pero durante un temporal se vino abajo. Ahora se pasa el río por uno mucho más sencillo y menos espectacular.


La vía del tren se pasa por abajo.


A esa hora ya estaba cayendo la tarde y el nivel de carga de la batería de mi cámara de fotos. Aún así pudimos acercarnos para ver más de cerca la entrada a la cueva y las transparentes piscinas naturales que hay delante. A día de hoy hay una barrera que impide el acceso a la cueva, para impedir accidentes, ya que tiene una gran longitud y su travesía es solo apta para expertos.


De camino al coche nos encontramos con algunas cabras que iban ya de vuelta, como nosotros dábamos fin a un bonito día de domingo.


Y volvimos como unos peces de ciudad ...


miércoles, 31 de agosto de 2022

JORNADA DEL TERCER ANIVERSARIO

El primer aniversario de boda nos pilló separados por el COVID, la una en Cuba, y el otro en España. El segundo estuvimos juntos, pero mi salud no daba para celebrar ni mucho ni poco, la leucemia era quien acaparaba todo. Por eso el tercero tenía que celebrarse, aunque fuera cogiendo el coche de forma improvisada y conducir hasta Zahara de los Atunes para echar un rato de playa y comer un buen atún.


La playa de Zahara es impresionante.


Un buen día de calor, con algo de oleaje.


Zenia quedó impresionada por tanta belleza salvaje.


A Nacho le encanta la piscina, se pone a bucear con los ojos abiertos; sin embargo aún no se ha acostumbrado a las olas, les tiene miedo. Será cuestión de tiempo, como todo.


En estas playas es habitual que compartan arena, sol y agua, los perros con las personas.


Sonó el teléfono, era del restaurante El Refugio, que nos había recomendado Jose, para decirnos que ya estaba nuestra mesa libre para ir a almorzar. Ya mi amigo me había aconsejado lo que pedir, y le hice caso. Pedimos guenígimo, malígimo, papas aliñadas con ventresca y ventresca con tomate; todo con el buen atún como protagonista. La tarta de zanahoria del postre estaba buenísima, poniendo una buena porción. El precio está acorde con la calidad de los productos, sin ser abusivos.


Aprovechamos la vuelta al coche para hacer alguna que otra foto por el pueblo. Hay una zona amurallada bastante interesante.


En una esquina hay un granado aislado, con sus flores y frutos.


El disfrute es por igual para niños y mayores, a la hora de asomarse a las ventanillas de este autobús.


La ciudad está llena de bares.


Me propuse hacer una vuelta sin prisas, con algunas paradas. La primera de ellas fue por el camino que une Zahara con la carretera nacional 340, donde cohabitan ganado y molinos aerogeneradores de electricidad. En estas fincas el color predominante es el amarillo de los campos.


Toros y caballos comparten pasto y lugar.


Quise enseñarle Punta Paloma a Zenia, nos metimos por un carril que nos llevó al más puro de los desiertos, o al menos eso era lo que parecía aquello, donde el viento había movido dunas a su antojo, hasta el punto de eclipsar por completo el asfalto.


Desde una de las dunas estuvimos viendo parte de la costa Norte africana.


La playa de Punta Paloma, ideal para navegar sobre una tabla, vista desde arriba.


La siguiente y última parada sería en el Mirador de el Estrecho, a mitad de camino entre Tarifa y Algeciras. Desde ahí estaríamos dominando el Estrecho de Gibraltar, con la unión de mar y océano a nuestros pies.


Es impresionante lo cerca que estamos unos de otros, y a la vez, lo lejos en cuanto a la forma de vivir.


Ceuta, a la izquierda.


Un bonito día, de esos raros en que todo sale bien.