domingo, 24 de febrero de 2019

20 Km por La Habana

Media mañana del sábado, día libre. Hace falta comprar una cosa, así que a caminar hasta Carlos III, para ver si allí encontramos lo que andamos buscando. El final de la historia fue un recorrido de casi 20 Km, reflejado en el siguiente mapa de la ciudad.


Salimos del hotel y tras bordear el capitolio, divisamos la entrada al barrio chino.


Aquí se conjuga perfectamente el auto clásico, con la bicicleta. Dos medios de transporte totalmente en uso.


La paz llega en el parque El Curita, donde una solitaria canasta de baloncesto espera el roce de un balón de algún aficionado habanero.


Siguiendo la línea amarilla por la calle Simón Bolívar, antigua Reina.


El sol guía hacia la galería en sombra, bajo los edificios, donde el calor es llevadero, evitando esa radiación solar directa, que en esta latitud tiende a recalentar el cráneo de forma insistente.


Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, o de San Ignacio de Loyola. Tiene la torre más alta de Cuba, con 50 metros. Es de estilo neogótico, también se la conoce como iglesia de Reina. Se construyó a principios del siglo XX.


Es un edificio religioso de una enorme belleza, que no tiene que envidiarle nada a los edificios religiosos del viejo continente. La paz que transmite, invita a la oración.


Las vidrieras son impresionantes, en cuanto a tamaño y belleza.


Continuamos camino a pie, viendo cómo otros prefieren la guagua para moverse por la ciudad.


Por fin llegamos a la galería comercial de Carlos III. La vida en su interior se podría asemejar a Hong Kong, por la densidad tan grande de personas.


La cantidad de productos en el interior de los diferentes comercios, no es equilibrada. En algunos de ellos se nota que aún no llegó el esperado y necesitado artículo.


Y como no encontramos lo que buscábamos, lo mejor fue ir a comer a uno de mis restaurantes preferidos, el MarAdentro, en la calle C, entre primera y tercera; cerca del hotel Meliá Cohiba.


Hay un ambiente relajado, que se agradece e invita a las risas.


Después de una copiosa comida, vuelta al hotel, siesta y relajación; porque el domingo toca de nuevo estar al pie del cañón.

A veces es algo parecido a cruzar el Niágara en bicicleta.


martes, 12 de febrero de 2019

Sábado en la playa

No pisaba la playa cubana desde el pasado mes de agosto, cuando estuve en Cayo Santa María pasando unos días por mi cumpleaños. Ya no aguantaba más sin ir a darme un buen baño, estuviese el tiempo como estuviese, así que este sábado nos montamos en un autobús y para Mar Azul.


Hacía tremendo viento, el mar estaba con ese color de agua fría, aparte de haber resaca en algunos puntos, pero ahí estaba despejando la cabeza de tantos problemas e inquietudes que me acechan últimamente.


Una ola rota es pura energía, además de fuente de ozono.


Que la Tierra es redonda, es evidente.


Unas estudiantes de un cercano hotel, en uno de sus descansos.


La reacción de muchos al bajar a la arena, era como de pensar si hacía tanto viento como para irse, o quedarse.


Los gorriones tomaban tierra como si estuvieran ebrios, en unos aterrizajes forzados por el fuerte viento, sin dejar de aprovechar la más mínima muestra de alimento.


La mujer cubana, además de linda, es bien presumida.


Arena, mar y cielo abrazados.


El testimonio de que el agua estaba fresca. Pocos cubanos se atreven a bañarse en esta época.


Palmeras y sombrilla desde el mar.


De vuelta en un taxi compartido. No tuvimos paciencia para esperar al autobús de vuelta.


Espero no pasar mucho tiempo sin otra excursión, aunque siempre se trate de unas pocas horas.