Poco a poco el cuerpo va respondiendo al tratamiento y vuelve el disfrute de un domingo soleado, paseando con la cámara colgada del cuello. Tengo el privilegio de vivir cerca del mar, de que a mi esposa y a nuestro pequeño les guste andar y respirar ese aire tan especial que el mar esparce. Espero que se vayan incorporando otros miembros de la familia a estos ratos tan gratificantes; todo irá llegando.
Torre Ladrones con unos reflejos de luces en la superficie del mar.
Bajando a la playa.
A Poniente habían unas bonitas nubes, de ésas que le dan un toque especial a la fotos.
Aunque el viento de Levante no era excesivo, sí que producía algunas olas ideales para los que se inician en el equilibrio acuático sobre una tabla.
Madre e hijo compartiendo un rato en la arena.
La mirada de un niño a su mamá es lo más tierno que se puede ver.
Ocupación marina.
Yo no soy de los que gustan de llevar la guitarra a la playa a pleno sol, igual son manías mías. No sonaba mal esa guitarra con el toque a pedal del cajón.
No podía estar tanto tiempo al sol, no es bueno en mi estado. De vuelta a casa.
El leoncillo quiere hacer cada vez más cosas.
El amor cura, claro que sí.