miércoles, 26 de enero de 2022

Primeras salidas de Nacho en el 2022

 Se ha iniciado un nuevo año con muchas ilusiones y muchas ganas de subir hasta la superficie de este profundo mar que fue el pasado 2021. Pongo especial empeño en salir aunque sea una vez por semana a pasear; de aquí esta entrada en las que el protagonista es Nacho. Este chiquito es atrevido y juguetón, yendo directamente hacia el agua en cuanto se le presenta la ocasión.


El primer día del año conseguimos despedir al sol, en riguroso directo.


Si hay algo que le encanta a este crío, es lo de salir corriendo detrás de la mamá para echarle arena; es uno de sus juegos preferidos, al menos, se ríe con muchas ganas.


La playa de Cabopino es un lugar ideal para el paseo, teniendo una zona de dunas protegidas. Nadie lo ha enseñado a hacer un círculo, pero es algo que le sale de forma natural.


Si con dos años le gusta ir por libre, no quiero pensar cómo será la cosa en unos años. Tiene a quien salir, eso desde luego.


Que papá se ha quedado rezagado, pues se le espera sentado.


Hay un antiguo camino de pescadores, que une las ciudades de Marbella y Ronda. Paralelos al mismo, hay unas veredas que discurren cercanas al pantano.


El agua embalsada a estas alturas del invierno, es bastante poca.


Tras 7 Km de camino, la sed afluye con prisas.


Un domingo de frío, nublado, desapacible, pero mejor que pasar una tarde más encerrado en casa. Visita rápida a San Pedro Alcántara.


Un niño de dos años encuentra divertido cualquier momento.


Un tobogán ...


Y para bailar un ratito, una chica con tacones rojos ...



sábado, 1 de enero de 2022

Leve resumen de mi 2021

 ENERO.

El año lo comencé en Cuba, donde pasé un mes a lo cubano, de paseos y gestiones. Fácil adivinar que esto fue un día por el malecón habanero con Zenia y Nacho.


Por supuesto que pude también disfrutar de mis niñas cubanas, sabiendo que no son muchas las ocasiones que tenemos para vernos en persona; afortunadamente, WhatsApp sí que sirve para poder verse las caras.


FEBRERO.

Este mes fue bastante raro y duro. Lo empecé con paseos y entrenamientos, y lo terminé necesitando de mi hijo Javier para poder salir de la bañera, porque no tenía nada de fuerzas, pero nada; algo no iba bien.


MARZO.

Mi hermano Ángel tuvo que llevarme a urgencias de una clínica de Málaga, incapaz de poder moverme y orinando un líquido oscuro, que no anunciaba nada bueno. Allí me metieron en la UCI y empezaron pruebas de todo tipo, ya con una sonda del 18 haciéndome limpieza permanente de la vejiga; en principio tenía pinta de ser una enfermedad tropical, así que a mandar todo tipo de muestras a un laboratorio especializado; y después de dos semanas ingresado, llegaban los resultados, negativos; saltaron las alarmas, una aspiración de la médula ósea, en la pelvis, y al día siguiente me dieron a elegir el hospital para tratarme de urgencia de una leucemia promielocítica aguda. De repente el barco comenzó a hundirse y el agua a rebasarme el cuello; por el gesto grave de los médicos, la cosa estaba muy peligrosa. Por allí andaba ya mi hermana, que me acompañó en la ambulancia hasta el hospital universitario Virgen de la Victoria. Nada más llegar, me metieron en una habitación de doble aislamiento y de inmediato se presentó una hematóloga para sacarme una muestra de sangre y explicarme de qué se trataba lo mío. Esa misma noche empezó el tratamiento. Al día siguiente era el día del padre y me visitó mi hija Teresa para quedarse unos días cuidándome allí.


Estaba realmente enfermo, la leucemia trae siempre una serie de "regalos" adicionales; a mí me regaló una neumonía, entre otras cosas. A todo esto, mi esposa todavía en Cuba, sufriendo por la situación. Si os soy sincero, creí que me mudaba ya de barrio, al otro, al oscuro. En cuestión de muy pocas semanas perdí diecisiete kilos, tenía fuertes dolores de todo tipo y en todo el cuerpo, según donde se iba metiendo el veneno, la quimioterapia, de la que me dieron las cuatro dosis, en días alternos, lo que se llama inducción; la idea es dejar completamente limpia la médula, de células malas, el tema es que también hay daños colaterales con las pocas que están bien.

El día 22 aterrizaban en Málaga mi esposa y nuestro hijo pequeño. Recuerdo que me mandó mi hermana la foto y empecé a llorar sin control, pero de alegría. Mi hermano Christian y mi cuñada se habían encargado de limpiarme la casa y dejar la compra hecha para que ellos pudieran alojarse tranquilamente.


Todavía no podía acompañarme Zenia, tenía que pasar una cuarentena, antes de poder quedarse conmigo. Mientras, me visitaba Miguelange, que se quedaba un buen rato dándome conversación, aunque yo en esos momentos hablase bien poco, porque estaba muy débil. Mi hermano Ángel se pasaba y me ayudaba a ducharme y asearme, bueno, más bien era él quien se encargaba de toda esa parte, porque yo no podía prácticamente moverme.


ABRIL.

Por fin ya pudo acompañarme mi esposa, el pequeño se fue de okupa a casa de la tita.


Y llegó el alta, pasado la mitad de abril, estaba todavía muy débil, pero mi médula ósea ya fabricaba células sanguíneas buenas. Estaría mejor en casa, al menos, más tranquilo.


Mi cara no puede disimular todo el sufrimiento que llevaba acumulado. En la foto anterior estoy posando, aún no podía tocar el teclado, porque todas las yemas de los dedos las tenía muy deterioradas por la multitud de pinchazos que me daban cada día para controlar la glucosa en sangre. Mi aspecto era tan deprimente que mi madre se hartó de llorar al verme la primera vez desde una prudente distancia, dadas las circunstancias.

MAYO.

Se celebró el cumpleaños de Nacho, en la más absoluta intimidad, ya que ni el covid, ni mi delicado estado de salud permitía una reunión plena familiar. Por fin se conocieron los dos varones españoles.


Mi hermana me acompañó a la primera revisión, después del alta hospitalaria. Ya estaba yo más recuperado, así que pude desayunar en la terraza de una cafetería.


JUNIO.

No me habían caído nada bien las dos primeras quimios del ciclo de consolidación, aún faltaban dos sesiones y los médicos decidieron que lo mejor era ingresarme para poder controlarme las 24 horas.


JULIO.

Vuelvo a coger fuerzas y admito alguna que otra visita, sobre todo si se trata de alguno de mis hijos.


A finales de mes deciden darme seguidas cinco dosis de consolidación. Solo el color del líquido, ya impresiona.


AGOSTO.

La última quimio ha querido hacer tan bien su trabajo, que me ha vuelto a limpiar por completo la médula, hasta el punto de tener que ingresarme por una analítica que daba 0 neutrófilos (defensas) y una ínfima cantidad de plaquetas. Necesité de varias transfusiones de sangre y de plaquetas.


SEPTIEMBRE.

Empiezo a sentirme fuerte de nuevo y a tener la necesidad de salir a pasear con mi gente.


OCTUBRE.

A mediados de mes necesitaba darme la última dosis de quimio de la fase de consolidación. Aproveché todo lo que pude. Paseo por la playa.


Hacía tiempo que teníamos pendiente una salida a la montaña. No se nos ocurrió nada mejor que dar un paseo por una de las sendas de Juanar.


NOVIEMBRE.

Lo que cuesta a veces salir de la cama.


Aún así, salimos de excursión a la sierra.


DICIEMBRE.

Continuaron los paseos.



Cualquier ocasión es buena para las travesuras.


He evitado todo tipo de reuniones, pero una comida en casa de Miguelange y Montse, con todos vacunados, salvo yo, y con las garantías de las que se puede gozar a día de hoy, no se podía rechazar.


Y así ha ido pasando un año en el que he conocido la resistencia del cuerpo ante dolores desconocidos, alegrías y penas, pero siempre plantando cara a la dura realidad, que a veces te besa y otras te golpea duro.