jueves, 20 de agosto de 2020

Las Negras. Cabo de Gata

Salir de la monotonía, ayuda mucho a cargar el cuerpo de energía positiva. No pude rechazar la invitación de mi amiga María, para ir a visitarla a Las Negras, en pleno Cabo de Gata. Bañador, gafas, tubo, aletas y cámara subacuática, es el equipaje imprescindible; lo demás es opcional. Ella es buena nadadora y amante del snorkel, así que tocaba disfrutar de esa parte del Mediterráneo, con unos fondos marinos envidiables.

El sábado por la tarde fuimos a la playa de Las Negras, pero a la parte Este, pegado ya a los acantilados. Allí estuvimos un buen rato disfrutando de fauna y paisaje marino.

Un grupo de salemas.

 
Jamás me había tropezado bajo el agua con una morena, y menos por una pradera de posidonia.


Tordo limpiador.


Otro grupo de salemas.


Casualidad de la vida, que nuestra amiga y también compañera de trabajo en Cuba, en la preapertura del primer hotel Kempinski allí, Dima, estuviera pasando unos días por la zona; así que nos juntamos los tres para disfrutar de una magnífica cena, bien acompañada de vinos.


Tras un buen descanso, llegaron las primeras luces del día.


Después de un buen desayuno, tocaba seguir visitando otra parte de este paraíso almeriense. Nos dirigimos a la playa de El Corral, en concreto a su esquina Oeste. Ahí nos pusimos el equipo para hacer snorkel y rodear la enorme mole rocosa.


Un pez raya se cruzó en mi camino.


Hay algún que otro grupo de pequeños peces cercanos a la roca.


Y después de nadar un buen rato, bordeando el acantilado, se llega a la cala de las Salinicas, un lugar casi solitario, al que la forma más sencilla de llegar es por mar. Esta cala es vecina de la más famosa y concurrida playa de Los Muertos.


Os encontraréis pequeños yates anclados, usados para llegar hasta ahí.


Las canoas son el medio más usado para llegar a esta pequeña cala.


El lugar invita al descanso y la lectura.


Algún papá animando a saltar al grupo de críos.


Yo, a lo mío, a inventar con la cámara.


Una buena idea es llevarse unas latas de cerveza para refrescarse. No está de más dejar un poquito para las avispas, aunque después de beber, salen mareadas.


Toca regresar para almorzar. A nadar de vuelta a la playa de origen.


El agua tiene una bonita paleta de colores, aumentando de intensidad, a medida que se incrementa la profundidad.


Una bonita oblada.


Definitivamente, tengo que traer algún día a Zenia y Nacho a este lugar.

Océano, precioso tema de Djavan.