miércoles, 31 de agosto de 2022

JORNADA DEL TERCER ANIVERSARIO

El primer aniversario de boda nos pilló separados por el COVID, la una en Cuba, y el otro en España. El segundo estuvimos juntos, pero mi salud no daba para celebrar ni mucho ni poco, la leucemia era quien acaparaba todo. Por eso el tercero tenía que celebrarse, aunque fuera cogiendo el coche de forma improvisada y conducir hasta Zahara de los Atunes para echar un rato de playa y comer un buen atún.


La playa de Zahara es impresionante.


Un buen día de calor, con algo de oleaje.


Zenia quedó impresionada por tanta belleza salvaje.


A Nacho le encanta la piscina, se pone a bucear con los ojos abiertos; sin embargo aún no se ha acostumbrado a las olas, les tiene miedo. Será cuestión de tiempo, como todo.


En estas playas es habitual que compartan arena, sol y agua, los perros con las personas.


Sonó el teléfono, era del restaurante El Refugio, que nos había recomendado Jose, para decirnos que ya estaba nuestra mesa libre para ir a almorzar. Ya mi amigo me había aconsejado lo que pedir, y le hice caso. Pedimos guenígimo, malígimo, papas aliñadas con ventresca y ventresca con tomate; todo con el buen atún como protagonista. La tarta de zanahoria del postre estaba buenísima, poniendo una buena porción. El precio está acorde con la calidad de los productos, sin ser abusivos.


Aprovechamos la vuelta al coche para hacer alguna que otra foto por el pueblo. Hay una zona amurallada bastante interesante.


En una esquina hay un granado aislado, con sus flores y frutos.


El disfrute es por igual para niños y mayores, a la hora de asomarse a las ventanillas de este autobús.


La ciudad está llena de bares.


Me propuse hacer una vuelta sin prisas, con algunas paradas. La primera de ellas fue por el camino que une Zahara con la carretera nacional 340, donde cohabitan ganado y molinos aerogeneradores de electricidad. En estas fincas el color predominante es el amarillo de los campos.


Toros y caballos comparten pasto y lugar.


Quise enseñarle Punta Paloma a Zenia, nos metimos por un carril que nos llevó al más puro de los desiertos, o al menos eso era lo que parecía aquello, donde el viento había movido dunas a su antojo, hasta el punto de eclipsar por completo el asfalto.


Desde una de las dunas estuvimos viendo parte de la costa Norte africana.


La playa de Punta Paloma, ideal para navegar sobre una tabla, vista desde arriba.


La siguiente y última parada sería en el Mirador de el Estrecho, a mitad de camino entre Tarifa y Algeciras. Desde ahí estaríamos dominando el Estrecho de Gibraltar, con la unión de mar y océano a nuestros pies.


Es impresionante lo cerca que estamos unos de otros, y a la vez, lo lejos en cuanto a la forma de vivir.


Ceuta, a la izquierda.


Un bonito día, de esos raros en que todo sale bien.