jueves, 21 de marzo de 2013

Istán-Cañada del Infierno


Este sábado hubo ruta senderista en Istán, con invitación a paella y cerveza al finalizarla. Así que madrugamos, preparamos mochila, bocadillos, ropa adecuada a un día de lluvia, y para arriba.

El inicio de la ruta estaba en la zona recreativa que hay en la parte de arriba del pueblo.


El lugar del nacimiento estaba impracticable, ya que el agua lo inundaba todo.


La fuerza del agua en una instantánea.


Pronto empezaríamos a subir, con una buena pendiente para ir calentando piernas.


Con tanta lluvia, el campo estaba frondoso con una espesa vegetación en la que a veces desaparecían los compañeros que nos iban precediendo.


Cambio de ladera, saliendo a un espacio abierto.


Ya podíamos apreciar el pueblo de Istán a todo lo largo.


Después de algunos pasos estrechos y de ir bastante empapados, tocaba descender por un riachuelo que recogía el agua de lluvia que caía en esos momentos.


A esas horas ya andaba el grupo inicial fraccionado, unos por delante, otros muchos más por detrás, y mientras tanto mi cámara de fotos sudando agua, a pesar de irla protegiendo con una bolsa de plástico. Llegamos hasta una curiosa casa en ruinas, pero con unos paneles solares en un extremo.


Al final fuimos a parar al carril que une Istán con Monda, que lo conozco por mis entrenamientos de bici de montaña. La lluvia seguía y aquí el amigo Rafa se protegía con un paraguas, que no es mala idea eso de llevárselo al campo si vas a andar por senderos y no quieres terminar chorreando por completo.


Un tiempo de charla con los colegas, aprovechando los tramos llanos.


El barro era a veces el protagonista, teniendo que sortearlo cada uno a su manera.


Se llegó a una bifurcación, donde hubo reunión para decidir si seguir la ruta inicialmente tratada, o seguir derechos en busca de la comida. Obviamente, los que estábamos allí votamos por la primera opción. Los que venían por detrás seguirían la segunda opción, por aquello de que no paraba de llover e iban con algo de retraso.


Casualidades de la vida: el que iba dirigiendo la excursión fue alumno mío en un curso que di hace más de veinte años en Istán, sobre interpretación de planos de albañilería. Una magnífica persona.


Comenzamos a bajar, conociendo de antemano que luego tocaría subir de nuevo.


Bonita imagen el contraste entre algo característico de sitios secos con las gotas que lo destacaban.


Ya estábamos cerca del pueblo, antes había que cruzar por un puente sencillo sobre unas aguas ávidas por descender.


Por debajo de mis pies pasaba la vida.


Ya arriba, bajo la insistente lluvia, pude observar el pueblo tras un árbol deshojado en la estación anterior.


El lugar de celebración de la comida tuvo que cambiar por el tema de la climatología, así que nos reunimos en el salón que hay en el polideportivo, donde no cesaba el movimiento alrededor de la paella.


Mientras comíamos, podíamos ver la belleza del agua sobre el agua, con la montaña como alto testigo.


Faltaba una foto que sirviera de testigo como que yo había estado por allí. Aquí estoy con el mimo de los sombreros.


Y una foto de grupo, faltaría más.


¿Se nota que nos regalaron sombreros?


Terminamos en una bar del pueblo, con el amigo Paco Giménez.


Idoia enseñaba con alegría el pasaporte que nos dieron, en su interior estaba sellada la página que indicaba la ruta que habíamos hecho.


Las nubes bajas iban dibujando formas entre las montañas.


Nosotros nos íbamos ya para casa, la lluvia jugaba a hacer rizos con las gotas de un canalón.



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