miércoles, 13 de marzo de 2019

El Parque Lenin

Un sábado libre y pocas ganas de quedarme de nuevo en la ciudad, haciendo lo mismo; así que se decidió ir al parque Lenin, que tiene una gran extensión, al aire libre, alejado lo suficiente de la ciudad como para respirar aire limpio y serenar el alborotado espíritu por el trabajo cotidiano. Olvidé poner a tiempo el gps de mi reloj para ver el trayecto completo que hicimos, aún así os podéis hacer una idea con lo que os muestro a continuación.


Como de costumbre, tuvimos que coger un taxi para desplazarnos hasta el lugar donde teníamos que recoger al más pequeño participante en esta aventura, previa negociación del precio, como mandan los cánones.


La sorpresa del día fue encontrarnos con Amanda a la hora de recoger a José Luis; siendo un regalo del azar.


Este amiguito no se fiaba mucho del que lo apuntaba con un desconocido objeto.


Paramos un momento a comprar unas bebidas y algo de comer. No nos decidimos por la manita de cerdo asada, aunque sí me gustó para fotografiarla.


Dentro de este parque está incluida una zona con atracciones; el precio de la entrada es muy accesible, por lo menos para un extranjero.


El paisaje para un fotógrafo, es una gozada; ocurriéndose mil y un encuadres.


La oruga, una pequeña montaña rusa con mucho éxito entre los asistentes. El recorrido es tan pequeño, que te dan dos vueltas por una entrada, cuyo precio para los mayores de 12 años, es de 4 CUP (0,13 €).


El pequeño con su hermana en los caballitos.


Unos teléfonos públicos, por si hay que hacer alguna llamada y no se dispone de teléfono móvil, o no queda saldo en el mismo.


Los huecos en la pared, supuestamente para ventilación del interior, los usan algunos pájaros como vivienda.


Juventud, divino tesoro.


Agua, ese bien tan preciado en una isla.


A todos los críos les gusta montarse en los cochecitos de feria, Jose decía que había ganado, porque su coche era Rayo McQueen.


¡Vaya, una caseta para disparar! No pude evitar la tentación de poner a prueba mi buena puntería; para sorpresa del muchacho que intentaba sin éxito dar en el centro.




Entre dos es más fácil mover el mundo.


Como de otro tiempo, un carrusel, con las líneas casi difuminadas por el tiempo.


Para seguir viviendo una nueva adolescencia, me tropecé con el barco pirata, tal y como se usaba al otro lado del charco.


Y hasta aquí quiero llegar en esta entrada de tan conocido lugar para los habaneros. Habrá una segunda parte donde seguiré relatando con fotos el resto del día, incluida la vuelta a La Habana Vieja.

Yo vivo de preguntar, saber no puede ser lujo.


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