martes, 18 de junio de 2019

Nocturna de Montejaque

Sábado 15 de junio, no hace una semana que he regresado a España y ya estoy metido en una maravillosa carrera nocturna por la Sierra de Ronda, en Montejaque. La última vez que la hice, fue con mi hijo Javier durante todo el trayecto, tres años antes y con nueve kilos menos. Ahora no tenía ningún tipo de entrenamiento, pies y rodillas muy deteriorados, pero las ganas podían con todo. El recorrido fue el siguiente:


El perfil suave, pero siempre picando hacia arriba ligeramente.


Lo mostrado es lo que registró mi reloj. Y ahora viene la historia de lo acontecido a nivel personal. Salí temprano de Marbella, con la idea de almorzar en Benaoján, en el Bar Palma, donde siempre se come bien y tengo amigos; allí me encontré con Víctor, del Fórum Fotográfico de Marbella. Luego, en un par de minutos, aparcaba en Montejaque e iba a recoger el dorsal.


Dorsal personalizado, el 314, un bonito número, y una camiseta técnica, fresca, para entrenar en verano.


Después de saludar a Mari, la organizadora, y también a mis ya conocidos y amigos, de tantas carreras y tantas excursiones por la sierra de donde era mi abuela paterna; aproveché para hacer un poco de turismo con mi nueva cámara compacta de fotos. La hora no era la más apropiada, por la dureza de la luz, pero como no me puedo quedar mucho tiempo quieto, pues me fui de gira solitaria.

La fuente del pueblo, con su curioso letrero. Lo de agua no potable es algo que se pone cuando el agua no es clorada; por lo demás, ahí que me pegué un buen trago.


Esquina de calle Nueva.


Como pueblo mediterráneo, las casas lucen de un blanco inmaculado.


Y con tranquilidad se llega a la plaza de la Constitución, donde se ubica el ayuntamiento.


Plazoleta, con historia.


Calle y la siempre presente sierra.


La fuente de la plaza, con los juegos de agua, es motivo de diversión para los más pequeños.


Época de balcones floridos.


Las golondrinas son las propietarias de este viejo edificio.


Abeja, flor y otros insectos en perfecta armonía.


Me llegó la hora de hidratarme, sentarme un rato y esperar a la hora de la salida. En ésas estaba cuando llegaron amigos del CEM, otro club de Marbella, con Sonia, Anselmo, Joaquín, Marián y su marido. Aproveché para irme con ellos a tomar algo. Luego me encontraría con los compañeros de mi club, el Luna Llena.


Muchos nervios y dudas me venían, después de dos años en el dique seco, sin subir ni una sola montaña, ni entrenar. Eso sí, estaba bien equipado para lo que se me venía encima.


Y llegó la hora de irse colocando en la línea de salida.


A las nueve salíamos corriendo cuesta arriba.


Los primeros kilómetros se pueden correr perfectamente, no era esa mi idea, ni lo ideal para mis ya destrozadas rodillas, así que imprimí un ritmo constante de marcha.


El atardecer no pudo ser más bonito.


Luego llegaría la noche y, con ella, mi aventura en solitario hasta la meta. Sufrí mucho los últimos 5 Km, no había bebido lo suficiente y lo pagué con continuos calambres; bajé el ritmo con tal de llegar hasta la meta entero; como así fue.


Otra medalla más para la colección, quizás con más mérito que otras, ya que se me hicieron algo largos esos 23,5 Km acompañado solo por una bonita luna y los sonidos del campo.

Volando voy, volando vengo ...


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