Domingo de Resurrección, con muchas ganas de salir al monte y pensando en algo que no tenga mucho riesgo de caída y arañazos. Me decido por el Sendero de los Monjes, subiendo un tramo hasta un cruce con el arroyo de Guadalpín.
El inicio de la ruta comienza por cruzar el arroyo, que viene con bastante agua. Javi y yo somos capaces de pasar saltando de piedra en piedra, pero el problema está con Nacho. No debería haberlo hecho, por aquello de que llevo un PICC en el brazo derecho y no puedo coger más de dos kilos con ese brazo; al final, no me lo pienso y cojo a Nacho en brazos y cruzo sin meter los pies en el agua.
De inmediato se inicia la subida.
Hay que esquivar algún obstáculo por el camino.
El pequeño de los Aranda se lo estaba pasando la mar de bien y, para colmo, nos encontramos una cabaña por el camino, donde quiso refugiarse por unos instantes.
Por el camino, que va discurriendo paralelo al arroyo, nos vamos encontrando pequeños saltos de agua.
Cuando llegamos al lugar donde había que atravesar de nuevo el arroyo para poder seguir el sendero, decidí que esta vez no nos arriesgaríamos a pasarlo con Nacho, hasta ahí llegaría nuestra subida, de algo más de un kilómetro. Sacamos los bocadillos y repusimos fuerzas antes de empezar a bajar.
Hay tramos donde el camino se estrecha bastante.
Esta vez no se le iba a escapar a Javi una foto de una cabaña, hecha con dedicación y buen hacer.
Nos quedaba algún paso en el que había que tener cuidado para bajarlo.
Fue una bonita experiencia que hay que repetirla, pero llegando hasta la ermita; queda verano por delante para hacerla; eso sí, en día de diario, porque en domingo hay una multitud por el camino.
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