sábado, 3 de abril de 2010

Alhaurín, ida y vuelta

Ayer era Viernes Santo, no es que tuviera alguna promesa pendiente, ni que me hubiesen mandado alguna penitencia; el caso es que me propuse hacer una etapa ciclista saliendo de Marbella y llegando al mismo centro de Alhaurín el Grande. Por el camino nos dejábamos Ojén, Monda y Coín.

Con esta idea salimos Raúl y yo a las once de la mañana, con un bonito día soleado. Al paso por la plaza de toros, en subida, me pregunta el compañero si he echado alguna cámara de repuesto para las ruedas de carretera, ya que las he sustituido por las de montaña. Pues no, llevaba una cámara para las ruedas gordas, pero no para éstas; de todas formas no tenía pensamiento de volverme para tener que subir gratuitamente otra vez la misma cuesta, así que como llevaba parches, me arriesgué y seguimos durante la eterna subida al puerto de Ojén, que desde la salida son como unos doce kilómetros sin un bendito descanso; todo es cuesta arriba. Eso sí, la cámara de fotos no la olvidé y al paso por un mirador de Ojén, dejé constancia.

La verdad es que las vistas en esta primavera son bastante extrañas por estos parajes, con todo verde, dando la impresión de estar más por el País Vasco que por el sur de Andalucía. Una gozada, a pesar de que después del puerto vienen algo más de veinte kilómetros de auténtico rompepiernas con continuas subidas y bajadas.
La última vez que subí a Alhaurín fue hace muchos años, no estaba todavía la variante y había que pasar por el centro de cada pueblo. No sé si ahora es mejor o peor, lo que sí es verdad es que la carretera está más fina y cunde más. Por delante llevaba a Raúl marcando ritmo, que en llano va bien, pero que subiendo no lo cogen ni las liebres.

Habíamos pasado por Monda, también vimos el cruce para Coín; de pronto empezamos a bajar casi dos kilómetros camino del cruce de Alhaurín a 70 Km/h, el compañero con cara de felicidad, yo, más viejo, pensando que luego había que subirlo. Nos metimos en la carretera estrecha que nos llevaría al destino, haciendo unos kilómetros muy bonitos, viendo el pueblo al fondo.

Llegar al centro del pueblo había que sudarlo con una buena cuesta, pero valía la pena. Fueron dos horas y veinte minutos de no parar de dar pedales, racionando las fuerzas, porque quedaba la vuelta. Barrita energética y vuelta por el mismo sitio. Al pasar por el letrero del pueblo no pude resistirme a salir en una foto que testimoniase mi paso por allí.

A la salida del pueblo nos sentamos en una venta a tomarnos una tapa de ensaladilla rusa con una coca-cola bien fresquita; había que llenar los botes con agua fresca, porque lo que llevábamos ya era caldo de puchero. Fueron cinco minutos, porque no podíamos dejar que las piernas se enfriasen. Así que salimos ligeros camino de la cuesta prolongada que nos incorporaba de nuevo a la carretera principal. Me lo tomé con bastante calma, quedaban buenos y largos repechos antes de llegar de nuevo al puerto de Ojén para dejarnos caer hasta Marbella. Para olvidar la paliza que le estaba dando a mi sufridor cuerpo, saqué la cámara e hice un par de fotos a nuestro paso por Monda. Al final me haré un fotociclista, ya que no dejo de dar pedales mientras voy enfocando.

Desde la carretera podíamos escuchar la banda de música en las procesiones de Monda. Ya iba quedando menos. La siguiente parada técnica sería en los Llanos de Pula, recién entrados en el término municipal de Ojén.

Desde Monda hasta la venta de los Llanos de Pula, después de decirle cómo se actúa de gregario, puse a Raúl a tirar de mí a la velocidad adecuada, salvándome durante ese trayecto de un desagradable viento de cara. Ya solo quedaba reponer líquidos de nuevo, con unas coca-colas fresquitas, bebidas con avidez. El resto era ya cosa fácil. Subimos como un relámpago el poco más de kilómetro que quedaba hasta coronar el puerto, y nos dejamos caer sin dejar de dar pedales, a tope hasta el punto de partida. Ayer no hubo dolor de piernas, ni calambres, ni nada de nada, solo el lógico cansancio. En total fueron algo más de sesenta y seis kilómetros en cuatro horas y veinticinco minutos. Una nueva etapa que me hace seguir siendo joven, a pesar de que mi cara vaya reflejando mi verdadera edad.

Voy abriendo caminos para dejarte las cosas buenas que aprendo …

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