Hoy los saltos que tengo que dar no son tan espectaculares ni artísticos como el del chaval de la foto. Son menos estéticos y, algunos, más desagradables. Es el salto en busca del trabajo, del dinero para el día a día; con el inconveniente de que no siempre cae uno de pie, dando con la cara en el suelo en más de una ocasión, porque algún simpático quita la colchoneta que debería estar ahí.
Soy de la opinión de que cada día hay que dar algún salto mortal, arriesgar sin llegar al límite conocido. Si no hay salto, no hay adrenalina, y sin ella, la vida se me queda vacía.
Saltemos pues.
Como siempre, bonita foto, buena luz, precisión en la velocidad de disparo y plasticidad física del "modelo".
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