domingo, 1 de mayo de 2011

La Sufrida me venció … esta vez


En realidad no fue el duro trazado de la cicloturista el que pudo conmigo, si hubiera sido así, no tendría la rabia que me come. Fueron la lluvia y el viento, que combinados con una temperatura ambiente más bien fresca, terminaron por contraer mis piernas hasta el punto de que entraron en la etapa de calambres continuos que ya no me dejaron ni dar pedales y, ni tan siquiera, andar para poder continuar hasta la cima de Las Palomas, que la tenía ya a cuatro kilómetros. Una vez subido este puerto de primera, seguro que hubiese llegado ya a meta, porque me esperaban unos cuantos descensos y una corta subida. A continuación os narro mi primera participación en una prueba cicloturista.

No había entrenado muchos kilómetros, pero sí me había dedicado a subir puertos con pendientes duras, aprendiendo a dosificar y a cambiar de ritmo, a sufrir encima de la bicicleta, a fin de cuentas. Esto me había dado la confianza suficiente como para apuntarme a la prueba ciclista dura por excelencia por estas latitudes: La Sufrida, en su modalidad “corta” de 103 Km.

El sábado desperté a las cinco de la mañana y ya no conseguiría conciliar el sueño de nuevo. Me levanté y me asomé a la ventana para ver el tiempo que hacía, encontrándome con viento y agua, malos aliados para el ciclista. Intenté descansar algo más, sin conseguirlo, no se me iba de la cabeza el perfil de Las Palomas, los sitios de mayor pendiente, los posibles puntos de recuperación. La ropa la tenía preparada desde antes de acostarme, solo estaba la duda de ponerme el culote corto o el pirata, en función de cómo se presentara la mañana.

A las siete ya estaba vestido. Culote pirata, por debajo de la rodilla para protegerlas un poco del frío, faja lumbar (por lo de mi hernia discal), camiseta, maillot de manga corta y manguitos, encima me puse un chubasquero para ciclismo. Habitualmente no puedo desayunar tan temprano, pero había que obligarse esta vez. Un café con leche y tostadas con fiambre de pollo. Después me puse las zapatillas con los cubrebotas. Antes de las ocho y media estábamos en Arriate, dando una vuelta en bici por el pueblo para ir calentando las piernas. Todos mirábamos al cielo, implorando que el viento amainara y las nubes no nos castigase vertiendo agua sobre nosotros.

Después de las nueve salíamos todo el pelotón, seiscientos veintiún ciclistas nos habíamos inscrito en la prueba. La cosa empezaba subiendo a Ronda, para ir calentando piernas, pasábamos por la muralla, el Puente Nuevo y subíamos hasta salir a la carretera de Sevilla, donde había que bajar con mucho cuidado hasta el cruce de Setenil, donde iniciábamos la subida al puerto de Montejaque, con lluvia y viento, pedaleando con fuerza para no enfriarme, al mismo tiempo que reservando fuerzas. A estas alturas ya se habían dado la vuelta un numeroso grupo de ciclistas que optaron por abandonar ante el mal tiempo. Pasé el puerto con muy buenas sensaciones y comencé la bajada con cuidado; aún así, cuando me quise dar cuenta, andaba a más de 70 Km/h por un asfalto bueno pero totalmente mojado. La lluvia se suavizó hasta el cruce que tenía que tomar para Zahara. El tramo que me llevaría a tan bonito pueblo, discurre bordeando un precioso pantano, y la carretera, menos una rampa al principio, me permitió meter plato y coger un buen ritmo.

Mientras me iba acercando al pueblo, empezó la lluvia a arreciar y el cielo estaba muy oscuro en la zona del puerto de Las Palomas. Yo solo pensaba en que no hiciera viento, para que no se pusiera aún más dura la subida. Llega otro cruce y empiezan las rampas de verdad, a un kilómetro está el primer avituallamiento y el inicio de la cronoescalada. Cuando llego, ya llueve a mares, me cubren con un paraguas y me ofrecen un cuarto de naranja que cojo de inmediato para quitarme el sabor tan dulce que tiene el gel que me he ido tomando por el camino. Cojo una barrita energética, bebo medio vaso de Aquarius y a dar pedales en busca de la cima. Solo quedan doce kilómetros para el control, los más duros de todo el recorrido. Mi intención es llegar, porque estará prácticamente conseguida la etapa.

Tengo muy buenas sensaciones y voy pasando poco a poco los primeros cinco kilómetros de la crono. El viento empieza a castigar cada vez más, los pies no los siento y comienzan los calambres. Al paso por el puerto de Los Acebuches, que es uno intermedio, entra viento racheado cargado de granizo; esto ya es demasiado. Los cuádriceps no responden, se han quedado hechos una roca; el frío me está matando, voy totalmente empapado por fuera y por dentro. Consigo subir un kilómetro más hasta que me tengo que bajar de la bicicleta para no caerme al suelo. Ya se gripó el motor, las piernas se me han helado y no responden; el dolor es insoportable. No puedo creerlo, estoy a casi cuatro kilómetros de la gloria, voy perfecto de corazón, de respiración, de todo, pero las piernas no hacen caso a mis órdenes. Intento seguir aunque sea caminando, y tampoco andan. Se terminó lo que se daba, es imposible. Un coche coge la bicicleta, otro me monta, me dicen palabras de ánimo, de consuelo, que la prueba se había endurecido muchísimo por el tiempo tan malo. En la cima hay otros compañeros esperando también a que les lleven de vuelta en coche; tienen una manta por encima y, al igual que yo, están tiritando de frío, también están llenos de rabia por la mala suerte de la climatología.

Por el camino nos cuenta uno de los voluntarios que más de un tercio de los participantes no han pasado por la cima y que aún hay gente que están pendientes de recoger por delante.

Me doy un baño con agua muy caliente para quitarme el frío, me visto y me voy en coche a Arriate para recoger la bicicleta y una bolsa con regalos por participar en la prueba. Mi colega Miguel Ángel lo ha conseguido un año más; está hecho un fiera con la bicicleta, el entrenamiento tan serio le ha servido para mucho. El año que viene la terminaremos los dos, si el tiempo lo permite.

Como contraprestación al disgusto, en el sorteo que hay en la entrega de premios me tocaron unos guantes. Algo es algo.

Mis números fueron los siguientes: 55,74 Km de los que 22,42 fueron en subida con una pendiente media del 6% y máxima del 12%, mis pulsaciones medias fueron de 168 p.p.m. y como máximo anduve en 187 p.p.m., altas como siempre por la morfología de mi sano corazón, y quemé 3.490 calorías durante las tres horas y media que estuve dándole a los pedales. No me quedan dolores a día de hoy y me encuentro perfectamente, gracias a Dios.

Ride like the wind

http://www.youtube.com/watch?v=4nMksTi7u3A

1 comentario:

  1. Eres un fenómeno. A ver quién se mete esas palizas con tu edad. Voluntad, esfuerzo y entrega doy de de que no te faltan (con la excepción de la batalla de la comida).
    El año próximo seguro que volverás a estar ahí.

    Un abrazo.
    Arturo

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