domingo, 29 de marzo de 2015

Gaucín. 137 Km de sol y luna


Salida desde Marbella ayer sábado, ya pasadas las diez y media de la mañana, sin la certeza de si caería la noche antes de volver. Lo peor y más temido: el tramo por la carretera entre Marbella y Estepona.

Una vez en la ciudad vecina, se puede pedalear con cierta tranquilidad, aprovechando su carril bici.


El tramo hasta Sabinillas no es tan concurrido, pudiendo circular bastante bien por el arcén, amplio y cómodo. Ya iban 38 Km y tocaba desviarse cogiendo la A377. Antes había parado en la gasolinera y comprado un litro de refresco de naranja, que fue lo que me apeteció y cabía en el portabidón libre.

El primer kilómetro camino de Manilva tiene una pendiente interesante, con tramos al 7 y 8 por ciento, hasta llegar a un ligero descanso con vistas a sus famosas vides, ahora vacías de frutos.


En muy breve espacio se llega al pueblo, donde te recibe esta preciosa plaza.


Seguí camino, pasando por un duro Km 5, donde las pendientes ya tienen dos cifras. Los aerogeneradores siempre delatan al viento.


Luego se vuelve la carretera más suave y relaja espíritu y piernas, pudiendo tomar alguna curiosa foto como ésta donde comparten campo la tecnología y el ganado.


El estado de esta carretera deja mucho que desear, con múltiples fracturas en su asfalto.


Cerca ya del cruce que lleva a Casares, y que dejaré a la derecha.


Este tramo siempre discurre en ligera pendiente.


Pasado el mencionado cruce, ya con destino a Gaucín, sin saber lo que me esperaba, después de un par de Km en pendiente positiva, hay una gran bajada hasta el río Genal.


Aquí empezaría mi pesadilla, con algo más de 8 Km donde las pendientes más comunes son del 9 por ciento, éso cuando no se ponen con dos cifras. Y aviso: no hay fuentes, ni establecimientos donde poder llenar los bidones. Ya no llevaba agua y, en esta rampa, a falta de unos 2 Km para llegar al pueblo, tuve que bajarme de la bici, ya con un ligero mareo por tanto sol y con una acusada falta de líquidos. Por la cuneta circulaba un pequeño reguero proveniente seguramente del riego en alguna finca, y como pude me refresqué la cabeza. En eso que paró un todoterreno y se bajó una señora para preguntarme si me podía ayudar en algo; le dije que necesitaba agua, se bajó la conductora y me ofreció una botellita de agua de su crío, al mismo tiempo que me dijo que si quería que me acercara al pueblo. Mi orgullo ciclista hizo que le dijera que no, que muchas gracias por el agua, que ya me faltaba poco y con esa agua me era suficiente.


En unos diez minutos llegué ya hasta donde se anuncia el nombre del pueblo.


Hacía un calor tremendo y lo que más me apetecía era un gran vaso de agua y una cerveza muy fría. Me dirigí a un lugareño y le pedí que me recomendara un sitio para comer y beber algo. Me indicó un bar donde pude reponer fuerzas con dos montaditos de carne mechada y otro de jamón serrano; hidratos de carbono y proteínas para reponer. Me hidraté todo lo que pude y cogí una reserva de agua de un litro para la vuelta, echando en un bidón una pastilla de sales. Había pedaleado 28,5 Km desde Sabinillas y subido una buena cantidad de metros respecto al nivel del mar.

El pueblo de Gaucín discurre tendido encima de la montaña.


Eran más de las cuatro de la tarde, ya sabía que llegaría de noche a casa, por lo que tenía que llegar a San Pedro antes de que me cayera la noche encima, para quitarme de la carretera y poder volver por el paseo marítimo. Si la subida al pueblo es muy dura, la bajada es muy peligrosa por el estado de la carretera, las grandes pendientes y la multitud de curvas.

Para hacer menos monótona la vuelta, ya que tenía poco tiempo para fotos, decidí pasar por Casares, pueblo ubicado sobre la roca, que me encanta visitar.


Bordeé Casares por el Norte, reponiendo con agua fresca un bidón. Ya no pararía de dar pedales hasta llegar a casa, todavía a 50 Km de distancia.


En Estepona tomaría un último gel, de esos potentes, con cafeína, que me dieron la suficiente fuerza como para llegar a San Pedro Alcántara en un visto y no visto, a una media cercana a los 35 Km/h; tal era el pánico que me daba ver cómo la noche me rondaba y sólo tenía como defensa mi nuevo piloto trasero.

Todo terminó bien, llegaría tranquilamente por un oscuro paseo marítimo, a ritmo relajado. Ducha, buena cena y a la cama a descansar. Había pasado un día maravilloso en solitario, con mis pensamientos. El perfil de la etapa resultó ser el que muestro a continuación, con tres subidas bien definidas.


Come with me ...

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