domingo, 5 de marzo de 2017

Esquí en Andorra

Todo llega, por fin pude subir de nuevo a Andorra a esquiar. El autobús que me tocó fue el 2, con este precioso letrero hecho por Mónica, la pequeña de Miguelange.


Después de 16 horas de viaje, desde Torrox, llegamos a Encamp. Daría tiempo a repartir las habitaciones e ir a cenar al comedor.


A la mañana siguiente estábamos recogiendo el equipo. Yo me llevé mis botas, sin ellas no voy a ningún lado, así que solo me tuve que hacer con unos esquís y unos bastones. El primer día se presentaba nublado, pero con una temperatura no negativa.


Después de comer empezaría a nevar.


La nieve trajo más felicidad, si cabe, porque significaba buen piso para el siguiente día. La cara es el espejo del alma ...


Al final de la jornada, se formó la marabunta donde termina la pista Esquirol.


Ya dentro del autobús, de vuelta al hotel, el tiempo comenzó a dibujar figuras en el cristal.


Aprovecho el mínimo instante, aunque sea para hacer una foto de unos coches tras la nevisca.


Cenamos temprano y para la cama. Al día siguiente, la segunda clase de esquí hasta la una del mediodía, el ambiente era estupendo en un día de sol y calor.


No podemos decir que lo pasamos mal cuando nos juntamos los colegas. Y así, 30 años de risas.


Una bajada dentro de un cuadro paisajístico.


Una sonrisa, un fiel reflejo.


Una estampa medio difusa.


Este capricho de la nieve, lo comparten por igual niños y mayores.


Después de lanzar las plumas, habrá una segunda entrega de este viaje de nieve.

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