sábado, 10 de septiembre de 2011

Recuerdos de una carretera

El mero hecho de pensar que teníamos que subir a Ronda, ya hacía que las tripas empezasen a incomodar. Ya de pequeños nos tocaba sufrir ese martirio traducido en un sinfín de curvas enlazadas, alternándose a derecha e izquierda, con el mismo final: mi hermano Ángel vomitando, bien por la ventanilla, bien dentro del mismo coche. En ese tiempo mi madre era maestra de escuela en la calle Pozo.

Años después estuvimos en un internado, en la misma ciudad, con los mismos problemas en la carretera. Mi padre, con méritos sobrados para superar al santo Job, por la de veces que tenía que limpiar el coche por dentro y por fuera, a causa de nuestros mareos, no sabía ya qué hacer. Y es que, ahora que me pongo a pensarlo, lo de las bolsas de plástico no era de uso habitual. Más que un corto viaje, parecía un vía crucis; eso sí, con paradas en parajes únicos.

Para mí, pobre ingenuo, el peligro terminaba una vez que pasábamos los pinos y llegábamos a la sierra pelada de vegetación, rocosa, gris. Creía que ya estábamos llegando y, aunque aún quedan veinte kilómetros, sí es cierto que el intervalo entre curva y curva es muy superior a lo ya pasado en la otra zona. Digamos que mi estómago se relajaba un poco, tras un continuo esfuerzo por no invertir el ciclo digestivo.

Hoy sigo mareándome, incluso en ocasiones en las que conduzco y estoy cansado. También está el peligro de los adelantamientos, aunque de éso, mejor no quiero ni recordarlo. Mi hijo ha descubierto para sí la solución: dormirse, aunque sea a la fuerza.

Y correr dicen que es cosa de cobardes ... http://www.youtube.com/watch?v=0B6ru7dz58U

2 comentarios:

  1. Y quien no ha echao la pota en esa carretera??
    Tiene guasa..

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  2. Los que vivimos en la zona estamos acostumbrados,por aquí no hay rectas,ni pintadas jajajajaja

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