domingo, 2 de octubre de 2011

Arroyo de la Ventilla

Viajar es algo que a todos nos gusta. A veces hacemos miles de kilómetros para disfrutar de algo que no tenemos cerca de casa, sorprendiéndonos a cinco minutos en coche, de algo igual de fantástico. Y eso es lo que hicimos ayer, adentrarnos un poco por el camino paralelo al arroyo de La Ventilla, de aguas completamente cristalinas, ya que es al lado del puente del mismo nombre, donde nace. El día se presentó muy ventoso, solo hay que ver las ramas inclinadas de los árboles encima del monte.

Iniciamos el camino hasta introducirnos en un paisaje digno de un país nórdico.

Cogimos una pequeña vereda que no tuvo continuación. Javi hacía fotos, hipnotizado por la pequeña selva por la que andábamos.

La vuelta al camino principal no le gustó tanto, cuando empezó a sortear ramas que le arañaban las piernas.

Ahora sí que encontramos una bonita poza alimentada por una pequeña cascada.

Llegado este momento, comenzaba la discusión entre padre e hijo. Por qué tú sí y yo no puedo meterme en el agua. Como sigo disfrutando de las ventajas de un adulto travieso, me olvidé por un momento de mi papel de padre y me puse en el de compañero de excursión. Así que fuera zapatos y calcetines y ... al agua.

El agua discurría salvaje, sin trabas, entre ramas y piedras vestidas de verdín.

El inicio de la vuelta no se hizo esperar. Había que volver al coche para comer a tiempo. El padre llevaba sandalias de montaña, con suela de caucho, de las que no resbalan. El hijo tenía que secarse los pies antes de calzarse. De este modo me tocó llevarlo, solo un trecho, hasta que estuvo seco y pudo ponerse los zapatos.

Una excursión corta que, después de haberme informado, intentaré ampliar la semana que viene en bicicleta de montaña.

En el río aquel, tú y yo ... http://www.youtube.com/watch?v=CMA4MY0jVr0

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