lunes, 4 de junio de 2012

La Sufrida, en solitario

El sábado pasado amanecí a las cinco de la mañana, ya no podía dormir más, tenía dolor de cabeza y  el estómago bastante revuelto. Poco antes de las siete de la mañana estaba en el baño, pasando de rodillas a sentado, siempre alrededor del inodoro. Empecé a vestirme de ciclista para, a continuación, volver a desvestirme para ir al baño. Ese era el panorama a una hora de empezar La Sufrida. No sé si fue la almohada, las cervezas de la noche, o el nerviosismo por la incertidumbre de si podría terminar la prueba, el caso es que me daban mareos de pie y me tuvo que ayudar Miguel Ángel a poner el dorsal en el maillot.

Eran pasadas las ocho cuando mi amigo fue solo a desayunar, porque yo era incapaz de moverme sin marearme. Me trajo un mollete con aceite y jamón serrano, al que solo pude darle un pellizco al pan, porque no me entraba nada. Y aún quedaba por delante subirse en la bici y seguir el perfil que obtuve durante la ruta con el OruxMaps.


Total, que mi compañero me dijo que en cuanto me diera el aire y empezara a pedalear se me pasaría todo, pero que sin desayunar era una empresa difícil. Me tomé un sobre de aspirina, para calmar el dolor de cabeza y evitar otros posibles dolores. Salimos con las bicis, me monté y fuimos al coche para inflar a tope las ruedas; como estaba todavía algo mareado, fue él quien les metió aire. Venga, camino de la salida. En la siguiente foto, se ve la cara con ganas de empezar de Miguel Ángel.


Y en esta otra, mi cara de descomposición, ordenándole a mi cabeza que para adelante, y rogándole a Dios que se calmaran las tripas ya, porque no me quedaba líquido alguno en el estómago y no era plan de pillar encima algo malo en carrera.


Empecé a subir a Ronda, bebiendo agua con sales minerales cada cinco minutos, sin atreverme mucho a darle un buche al gel, fuera que se me descompusiera otra vez la barriga. Ya me habían pasado todos, porque aunque sea una cicloturista, algunos llevan bastante prisa, pero bueno, yo a mi ritmo.

Subiendo el puerto de Montejaque me iba sintiendo cada vez mejor e incluso fui bajando coronas, mientras me animé a ir tomando algo de gel y bebiendo continuamente para recuperar lo perdido, dentro de lo posible.

La bajada a Montecorto es impresionante, hay que estar bastante atento. Llegué al cruce de Zahara y empecé a intentar darle alegría a las piernas, mientras empezaban mis problemas con el desviador que se empeñaba en no ir tensado y rozar constantemente la cadena, así que lo tensé todo lo que pude mediante la ruedecilla que tenía cerca del manillar. Se arregló un poco la cosa, pero no me permitía rodar con las coronas más pequeñas.

Llegada al cruce para subir a Zahara, ya no tenía molestias estomacales, mi motor Diesel había cogido el ritmo y empiezo a subir hasta donde me indican que continúe subiendo por el pueblo. Continúo, venga dar pedales por una pesada rampa; tengo que llegar a una plaza, pero dónde puñetas está. Paro en mitad de una rampa tremenda, para consultar el pasaporte, a ver si iba por el buen camino o no para el puesto de avituallamiento. Y ahí cometí el error que me dejaría fuera de la carrera. Llegó un joven con una furgoneta, en la que llevaba montado a un ciclista de la prueba, me pregunta que si estaba bien, le dije que sí, mientras unos chavales ya me estaban indicando dónde estaba la plaza: a escasos 50 metros de donde me encontraba, solo que había que girar al final de la calle, a la derecha, por eso no se veía desde donde yo me encontraba.

Por fin, puesto de avituallamiento, aún no me había enterado de que el de la furgoneta era el coche escoba, cosas mías, de novato en estos quehaceres; así que me tomo medio plátano, me llenan los bidones de agua, orino en el bar de enfrente, y todo ésto, con el señor juez a tres metros de mí, sin decir esta boca es mía. Cuando termino de subir un mensaje al feisbuc para que supieran la familia y amigos que estaba ya en Zahara, bien; me dirijo al señor juez y me dice que él cómo me va a sellar si hace un rato que ha pasado el coche escoba. -¿Cómo, cuándo, cuál era, por qué sigo con el dorsal puesto y nadie me lo ha retirado?- Su respuesta fue que no podía sellarme nada, y que quedaba fuera de carrera, porque ya no había ningún coche de seguridad detrás mía. Supongo que eso es así, pero imaginaos el panorama, yo en mitad del recorrido, sin dinero y con el único compañero por delante haciendo la carrera. Como juez de kárate que soy, respeté la decisión del juez de ciclismo. Eso sí, seguí con un rebote de campeonato.

Salgo del pueblo y antes de continuar hacia Las Palomas, intento localizar el teléfono de la organización, y como no lo encuentro, llamo al coche de los mecánicos, que me facilitaron el número del organizador. Lo llamo, le cuento, me dice que el señor juez ha hecho bien y que yo estoy fuera de carrera, que haga lo que vea conveniente. Pues muy bien, Órfilo, a seguir hasta Arriate, no sin antes avisar a Miguel Ángel de lo ocurrido, para que me llamara cuando llegase a meta, más que nada por seguridad, porque no es precisamente una carretera de costa por la que pasan miles de vehículos al día.

Me sobran kilos de peso, pero también coraje para saltar todas las barreras que me voy encontrando. Continúo, y como no hay sello que valga que garantice de que he pasado por los puntos de control, decido ir haciendo fotos por todos los lugares claves de la ruta, con la bici por delante, como testimonio de que sí, que sigo haciendo La Sufrida, aunque sea por mi cuenta y riesgo.

Primera parada en la fuente que hay en la zona de Garganta Verde. Allí me alcanza el coche con el matrimonio que estaba en Zahara dando el avituallamiento. El hombre se para y me ofrece lo que me hiciera falta. Tomo algo de naranja y me dio dos barritas energéticas, que al final llegarían conmigo a Arriate, ya que no me fiaba mucho todavía de mi aparato digestivo. Me animó mucho; me encanta comprobar de vez en cuando la de buena gente que hay en el mundo.


Ahora sí que había decidido hacer cicloturismo. Meta cerraba a las siete de la tarde, así que había tiempo de sobra de disfrutar del paisaje.


Otro empujoncito hasta el puerto de los Acebuches.


Ya estaba cerca de los mil metros, con un calor bastante cansino.


Solo por las vistas, merece la pena tanto esfuerzo. Al fondo, el pantano de Zahara, el pueblo y, al fondo a la izquierda, si no me equivoco, Algodonales.


Y entre dar pedales, andar por las rampas más duras, volver a montar, fotos y disfrutes varios; pasa un ciclista de Ubrique, me pregunta que si me encontraba bien, porque en eso momento iba a pie, le digo que no andaba muy sobrado de comida y con la boca seca, así que me dio una manzana que llevaba él. Desde aquí mi mayor gratitud, porque en esos momentos me vino muy bien. Y con ese empujoncito de energía, llegué a Las Palomas.


Obviamente, allí no quedaba nadie de la organización, como es lógico, ya que me había entretenido más de la cuenta por el camino, haciendo cicloturismo. Eso sí, tomé el único trago de agua que me quedaba, con un buchito de gel, que tenía que ir dosificando, ya que no conseguiría avituallamiento hasta la venta La Vega, por donde pasarían los de la modalidad de 193 Km. Y no pude resistirme a hacer otra foto con el móvil.


Ya sí que sabía que podía terminar, porque conocía el recorrido bien desde Grazalema a Ronda, así que a dar pedales ya en serio, no sin antes hacer una foto con Grazalema al fondo, con mi número de participante bien clarito, que no se diga que no pasé por allí.


La fuente en una plaza de Grazalema, bieeennnn. Metí la cabeza debajo del grifo, para que se enfriara un poco. Llené los dos bidones de agua, les eché el correspondiente sobre con las sales minerales; otro par de tragos de gel, otro buen trago de agua fresca de la fuente y, ya directamente hasta la cima del puerto Los Alamillos, donde tampoco habría ya avituallamiento alguno, claro.


El puerto de Los Alamillos lo subí como una moto. No sé qué tendría el agua de la fuente, pero me recuperé por completo.


Bajando el puerto, camino de la carretera que une Sevilla con Ronda, me llamó Miguel Ángel, para saber cómo me encontraba y por dónde andaba, que él ya estaba más que listo. Le dije que me encontraba bien y con muchas ganas de llegar a Arriate, que ya había pasado lo peor, y me encontraba fuerte. Con la convicción de que ya estaba todo hecho, llegué a la venta La Vega, donde tenían montado el avituallamiento. Por fin podría refrescarme con un trozo de naranja y recargar pilas con un trozo de plátano. Un voluntario me sacó esta foto, en la que ya sí se me ve contento.


Conseguí llegar a Arriate, con mi ruta grabada en el móvil, siendo la que muestro.


Al cruzar la meta, me dirigí a una chica para que me sellara el pasaporte. Al ver que no tenía sello alguno de control me dijo que ella no podía. Pero bueno, le dije, aquí está mi ciclocomputador y tengo fotos de todos los sitios por donde he pasado, así que sí que he terminado. En fin, que con toda la educación y paciencia del mundo, me dijo que hablara con el organizador, que estaba en el teatro, usado para la ocasión. Me dirigí al señor Pajares, le dije que no me querían sellar porque no tenía los sellos de control, me preguntó si yo era la persona que le había llamado desde Zahara de la Sierra, le dije que sí, me preguntó que qué había pasado, le expliqué, me dijo que me daban los regalos, pero que no me podían sellar. Le mostré el ciclocomputador, le dije de enseñarle las fotos, pero no hizo falta, tuvo la gentileza de mandar que me sellaran el pasaporte con la contraseña de haber terminado -A MI VOZ: IRA Y FUEGO, LA SUFRIDA-


Ya con éso se me pasó hasta el cansancio. Cogí mis regalos de finalista, porque sí que terminé, esa es la verdad, sin sello, por mi cuenta, pero bueno que si terminé. Ahí están los número del ciclocomputador, con un gasto calórico, medido en movimiento, de casi 6000 calorías, habiendo tomado en todo el día hasta ese momento los siguientes alimentos: dos geles, dos trozos de plátano, una manzana, un triangulito de sandía y el zumo de media naranja.

Gracias a todos los que me animaron en mi solitario camino hacia la meta, a mis amigos por preocuparse por mí, a los voluntarios de la carrera, por su esfuerzo y agrado, y al organizador, el señor  Pajares, por permitir que se reconozca la verdad, que hice La Sufrida, 103 Km completados de principio a fin por un deportista empedernido que cumplirá en agosto 50 años, y promete seguir dando guerra tanto con el kárate, como con la bicicleta, o a pie.

Espero que mis hijos recuerden que su padre no da nada por imposible, y que todo es querer llegar a la meta, por lejos o difícil que ésta sea.

I will survive ... http://www.youtube.com/watch?v=Tth-8wA3PdY

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