martes, 22 de abril de 2014

Lloviendo también se entrena



¿Qué se puede hacer un domingo de lluvia, a tres semanas de la prueba del año? Pues entrenar a tope. No quedaba otra. Un chubasquero y a subir con la bicicleta de montaña. El panorama era más bien desolador, ni un solo deportista en la carretera y una vista pasada por agua de Ojén.


Las rampas de los Caracolillos, camino del Puerto de Ojén, se presentaban como un espejo, reflejando cada pedalada, escalando metro a metro.


Me había propuesto llegar hasta el mismo Mirador de Juanar. Tenía que soltar el agua que pugnaba por entrar entre mis labios.


En una carretera totalmente desierta, con viento en contra, cada metro avanzado es un triunfo. La vista aérea denota un desplazamiento por el asfalto.


No creo recordar el aparcamiento del refugio de Juanar vacío. Todo el espacio de árboles y aire fresco para mí.


Seguí empeñado en llegar hasta el mismísimo Mirador. El paisaje seguía siendo de mi total propiedad.


Los 2,5 km que hay desde el refugio hasta el Mirador se hicieron algo pesados por el barro, hundiéndose las ruedas en una tierra que pugnaba por retenerlas.


La cabra que hay en el Mirador, siempre fija, acompañando al único visitante del día.


Mereció la pena llegar hasta allí, a pesar de que habían rachas de viento que hacían peligrar el equilibrio sobre las dos ruedas.


Desde ahí arriba, por encima de los 900 m de altitud, Marbella se ve desde otro ángulo muy diferente al habitual.


El entrenamiento se saldó con un recorrido de 40 Km con un desnivel positivo de 1148 metros. Mereció la pena llegar a casa chorreando, con un perfil más que prometedor.


Eché una tarde completa, en la que tuve tiempo de pensar en muchas cosas, pedaleando en solitario.

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