No es que estuviera especialmente nervioso, a pesar de esta crisis a la que se empeñan en darle los gobernantes cualquier nombre con tal de buscarle un disfraz; pero me quedé en un estado de embriaguez por tanto color, por ese aire fresco en la cara mientras daba pedales lentamente, como contándolos uno a uno, vigilando de lejos al campeón de casa en su entretenido pasatiempo de saltar por encima de cada tapa de arqueta que se le ponía por delante. Llegamos al embarcadero de madera cercano al Marbella Club, y desde allí, en silencio, estuvimos observando la más bonita de las puestas de sol que este otoño nos haya ofrecido. Quisimos guardar un recuerdo de este paseo, por ello estas fotos.
Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años …
¡Siempre hay que tener momentos apocalípticos!
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