viernes, 17 de febrero de 2012

Marbella marinera

Mucha gente de fuera conoce la Marbella turística, la de hoteles, yates y Jet set. Incluso muchos de los vecinos comentan que casi no queda gente originaria de aquí; ante lo cual termino rebelándome.

Una de las cosas que tengo pendiente por hacer es mi árbol genealógico, para lo cual tengo que ponerme las pilas e ir anotando los datos que me vayan suministrando tanto mi padre, como mi padre, hasta donde les llegue la memoria. El resto tendré que investigarlo por mi cuenta, como buenamente pueda.

Mi bisabuelo Pedro Sánchez era de aquí, de la mar. Tuvo nueve hijos, con una sola hembra entre ellos, mi abuela, la menor de todos. Los varones trabajaban en el barco de su padre. Como tantos trabajadores de la mar por aquellos entonces, algunos no sabían nadar. Antes de investigar nada, sospecho que mi tatarabuelo y el padre y el abuelo de éste y así retrocediendo en el tiempo, eran pescadores también.

Puede que sean esas raíces marineras y el amor a este pueblo, lo que haga que sea capaz de pasar horas y horas, sentado o de pie, escrutando el mar, la mar, esa en la que desde niño me mecía entre sus olas, abandonándome hasta que me gritaban desde la orilla que era hora de volver a casa.

Mi padre nos enseñó de niños a pescar, a preparar la masilla que por la noche usaríamos, cada uno con su caña. Tenía toda la paciencia del mundo con sus tres hijos mayores, socorriéndonos en el frecuente caso de que se enganchase el anzuelo en alguna de las rocas del espigón. Cuando íbamos a la playa con él, en su único día de descanso semanal, se alejaba nadando hasta que desaparecía en el horizonte. Su ilusión por la natación cesó el día que acotaron las playas para el uso de motos acuáticas y otros usos deportivos a motor. El se sentía libre en mar abierto, no en la orilla.

A mi hija la llevé de pequeña en dos o tres ocasiones a pescar. A mi hijo no lo he llevado aún. Ahora hace falta permiso para todo, más que permiso, diría yo que hace falta pagar por todo. Con trece años yo pescaba con fusil en la playa de San Ramón, el mismo fusil que mi padre había usado con anterioridad. Él no me lo prohibía, él me enseñaba cómo hacerlo; al igual que los aficionados a la caza, enseñaban a sus hijos desde muy temprana edad. Hoy está todo prohibido, todo está mal. No había guiso más exquisito que un guiso con la jibia que acababa de pescar.

Todo esto para decir que sí, que aún quedamos gente originaria de aquí, que no salimos en las fotos antiguas que habitualmente se muestran, generalmente del llamado casco antiguo, pero que habitábamos casas en las que no faltaba el pozo, las paredes encaladas y las macetas de geraneos y claveles.

5 comentarios:

  1. La jet set se marchó con los malayas, ahora solo queda esto :

    http://www.youtube.com/watch?v=HHLRUM3lOdM

    :(

    ResponderEliminar
  2. Marbella, de paraíso del jet set a reino del fraude

    http://www.lanacion.com.ar/794700-marbella-de-paraiso-del-jet-set-a-reino-del-fraude

    ResponderEliminar
  3. Me encanta. Hace tiempo me informe de mis antepasados. Y llege a poco... quiero cada vez investigar mas sobre ellos. Saber como era marbella.

    ResponderEliminar
  4. Gran publicación, Orfilo.
    El mundo se nos está escapando de las manos y ante la impaciencia continua en la que vivimos, es más fácil -inmediato y recaudatorio- prohibir que enseñar o fomentar.
    Han "comprado" nuestra libertad a base de consumismo...
    Un abrazo.
    Arturo.

    ResponderEliminar
  5. Los marbelleros (no confundir con esa palabra inventada por el chileno Victor de La serna en 1958) estamos en peligro de extinción, igual que los linces ibéricos de Doñana.

    ResponderEliminar