lunes, 29 de marzo de 2010

Estreno de la bici de Raúl

Hace pocas semanas que acompañé a Raúl a la tienda de bicis de donde soy cliente, con la intención de ver lo que había y, en caso de gustarle algo, comprar una bici nueva. Al final se decidió por una preciosa Scott con la que pasar muchas horas de disfrute. Estábamos dispuestos a darle uso, pero el hombre ha estado fastidiado con una caída que tuvo con la anterior, así que ha sido hoy cuando por fin le ha dado un buen uso.

Se me presentaba el día algo raro por el cambio horario, puse el despertador del móvil, que es el que uso siempre, pero no cambié el resto de relojes, así que cuando sonó a las ocho de la mañana de la hora buena, me levanté a apagarlo, miré otro reloj que marcaba las siete de la mañana, horario de invierno, y me dije –¿pero se puede saber a dónde voy casi de noche?- y me volví a acostar. Cuando me quise dar cuenta ya eran las nueve de la mañana, tuve que llamar al compañero para decirle que aún tenía que sacar a los perros a pasear, vestirme y salir pitando para el sitio de encuentro, que está a unos siete kilómetros de casa, así que había que retrasar una hora la salida.

Llegué con tiempo al lugar de encuentro, que siempre es la desaladora, esperé unos minutos hasta que apareció el amigo con su reluciente bici, le hice la correspondiente foto de bienvenida y para arriba, camino de Istán en un magnífico día para la práctica deportiva, ya que no hacía ni frío, ni calor.

Una vez superada la rampa del puente de la autopista, comenzamos a ver el pantano lleno hasta los topes, de tal forma que ya estaban aliviando por las compuertas superiores. Todo está completamente verde, con el arcén acompañado por gramíneas, mis enemigas en estas fechas, ya que soy alérgico y me producen sensación de asfixia. El ritmo de subida no era malo del todo, con algunos pequeños derrapes para ir ganando algo de potencia.

No quise desayunar, estaba enfadado conmigo por haberme dejado ir otra vez en el peso, aunque pudiera achacarlo también a la falta de buen tiempo durante los fines de semana invernales para coger la bici o salir a correr. Me encontraba muy motivado para entrenar, así que opté por bajar una corona más en el cambio. Raúl subía como una liebre, su escaso peso y su actual buen estado de forma lo hace volar por el asfalto.

Nos hemos ido tropezando con infinidad de ciclistas que, al igual que nosotros, aprovechaban el magnífico día de domingo de Ramos para coger la bici. Charlando y mirando el paisaje, cuando hemos querido darnos cuenta, ya estábamos en el pueblo, donde había ambiente, con la gente muy arreglada, acorde con el día tan señalado para los cristianos. Hemos seguido hasta la fuente, para gozar del agua fresca de sus caños, tirar el agua restante del bidón, que era bastante, ya que apenas hemos bebido por el camino, y la hemos llenado de agua bien fresca, para después iniciar el descenso.

Como dice mi colega Miguel Ángel, no hay que dejar enfriarse las piernas, que después no hay quien las mueva, así que hemos bajado dando pedales a tope. Al llegar al cruce del pantano, hemos dado la vuelta para subir de nuevo al pueblo; ahí me ha ofrecido una barrita energética el compañero, al saber que iba yo sin desayunar y comentarle que me hacía falta algo de glucosa. Esta segunda subida se me estaba haciendo algo más pesada, cosa que le comento a Raúl y me contesta que por qué no pongo el cambio algo más suave, le digo que voy subiendo con la misma corona que la primera vez, a lo que me contesta, pues cambia de plato; miro y me doy cuenta de que voy subiendo con el plato grande, que no lo he cambiado después de bajar, así tres kilómetros llevaba ya subiendo. Seré bruto, con razón notaba que iba duro. Como la temperatura seguía agradable, llegamos bien de nuevo arriba; estiré los músculos medio minuto y de vuelta para Marbella. Ya íbamos con la alegría de haber terminado el trabajo duro, así que aproveché para hacernos un par de fotos sin bajarnos de la bici; usando todo el angular de la cámara para salir los dos.
Al llegar a la desaladora me quedaba una última cuesta, aquí sí que sentí ya los pinchazos en los muslos, por lo que me lo tomé con tranquilidad para no estropear la jornada, subí coronas y llegué arriba sin muchos más problemas. Al bajarme de la bicicleta, una vez de vuelta a casa, eran tres horas y tres cuartos las que había estado pedaleando para recorrer los algo más de sesenta kilómetros de los que constaba la etapa de hoy. La velocidad media puede parecer baja, pero si digo que iba en bici de montaña con las gomas de más de dos pulgadas montadas, podéis comprobar que no está tan mal.
Hoy empecé a andar sin fijarme … (una bonita canción de recuerdos de amores perdidos. Los Secretos son únicos para este tipo de canciones, tristes como ellas solas).

1 comentario:

  1. Solo decir que te prometo no hacer más willies a tu lado, porque se me rompe la parte por donde la espalda pierde su nombre.
    Cuando te vea durillo de plato prometo no decir nada para que eches el higado.
    Raúl.

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