martes, 26 de enero de 2010

Agua y más agua

Este sábado pasado estaba ya saltando por encima de los plafones del techo de casa, de puro nervio por no poder salir por ahí. No paraba de caer agua a cubos. Para no faltar a la verdad, saqué a los perros un ratillo por la mañana y otro por la noche, lo imprescindible para que hicieran sus cositas rápidamente, y para casa. Hasta me ofrecí a acompañar a Maite para hacer la compra en un súper del barrio, con tal de que me diera el aire fresco en la cara; aunque más que aire, lo que me cayó fue una pechá de agua. Así que el domingo, en cuanto comprobé que no llovía, saqué a la carrera a los perros para vestirme en un santiamén y montarme en la bicicleta.

Como salí solo, me decidí a cambiar la ruta de entrenamiento, pensé en subir dos veces a Benahavis. ¿Que cómo se hace eso? Pues fácil, se va de Marbella hasta el cruce de Benahavis, se sube al pueblo, se vuelve a bajar al cruce, y otra vez para arriba. La verdad que circular en bici por la carretera general es cosa que cada vez menos locos nos atrevemos a hacer. Me sigue asombrando cómo un imbécil que tiene el carril izquierdo libre para adelantarme, primero me pita y después me pasa rozando. Los que montan en bici y circulan en coche, se notan, porque te dejan aire suficiente como para no ponerte en peligro. Bueno, esto es lo que hay en un país donde los ciclistas no somos importantes, y después venga salir dándose golpes en el pecho por el cuidado del planeta. Pues sepan ustedes, muy señores míos, que si tuviésemos alternativa de desplazarnos en bici por la ciudad y cercanías, más de uno no cogía el coche ni loco; tal y como están los aparcamientos en las ciudades, la bici es una alternativa real de desplazarse. Este miércoles pasado estuve en Sevilla y pude comprobar cómo la gente se desplaza en bici, tan tranquilamente, por su carril bici, sin sobresaltos, ni atascos.
Bueno, a lo que íbamos, que me puse bien de agua por la que había acumulada del sábado en la carretera. Llegué al cruce sin más novedades que las mencionadas, y empecé a subir con tranquilidad, disfrutando de los paisajes de invierno. La gente se animó a jugar al golf y todo.

Como no hacía buen tiempo, no me tropecé con muchos coches, y pude disfrutar casi en exclusiva de un aire fresco y unos eucaliptos que me pedían en silencio que los respirara, que estaban allí para mí. Logré que mi bici y ellos formaran un único paisaje.

Al pasar por la charca de Las Mozas, no pude evitar bajarme hasta el mismo río, por donde corría el agua de forma brava, incontrolada y llena de barro. Era una gozada estar allí, y encima solo, sin nadie dándome la vara. Qué buen ratito eché. Lo único que me da pena en estas salidas es no atreverme a llevar la réflex; primero porque pesa demasiado y segundo porque se me puede caer y romperse. Así que tengo que tirar de máquina compacta apta para deportes.
De vuelta a casa, para evitar un poco los coches, me bajé al paseo marítimo, una vez pasé río Verde, que parecía el Guadalquivir, con la de agua que traía. Os podéis imaginar el estado del albero del paseo, y la de charcos que había. Cuando me bajé de la bici, después de tres horas y media de darle a los pedales y sesenta kilómetros en las piernas, llevaba barro hasta en … éso. Ducha, comida y una buena siesta. Menos mal que Maite se acordó de comprar el periódico, porque así pude pasar el resto del día leyendo.

Como suele ser habitual en este blog, cada escrito termina con una canción acorde con el texto. Y hoy no iba a ser distinto.

http://www.youtube.com/watch?v=xm61MsXG72o

1 comentario:

  1. Compañero. Te leo cada vez con más envidia, pero como bien sabes, me toca disfrutar de mis enanos. Respecto al uso de la bicicleta por la ciudad, estoy preparando un articulillo que publicaré próximamente en mi blog -Tertulia en Marbella- donde reflexionaré sobre la utopía "Casco Antiguo y bicicletas".
    Te mantendré informado. Un abrazo.

    Arturo

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