domingo, 31 de enero de 2010

Bonita subida a Juanar

¿Subimos a Juanar? Venga, vamos. Así empezó en la oficina el plan de ciclismo para hoy. Parador de Juanar, a 789 metros de altitud sobre el nivel del mar. El punto de partida ha sido el mismo del planeamiento: mi oficina, a unos 25 metros sobre el nivel de las aguas saladas. Por delante, una jornada soleada y unos rampas de vértigo. Calculaba yo que serían unos 20 Km hasta el refugio, pero al final eran “solo” alrededor de 19 Km, todo cuesta arriba, salvo un escaso Km, después de pasar por el puerto de Ojén, situado a más de 500 metros sobre el nivel de mi mar. Al final, también se ha apuntado Víctor, amigo de Raúl, de los cañeros subiendo y bajando cuestas; os podréis imaginar que he hecho toda la subida en solitario, porque los dos jóvenes se me fueron en el primer kilómetro y ya no los vi hasta la llegada.

Cada vez que empiezo a subir por la carretera de Ojén, en cuanto llego a la rotonda del cementerio, lo primero que pasa por mi cabeza es rodearlo y darme la vuelta para la costa otra vez. Es que se pone la carretera muy pesadita, con rampas de hasta el diez por ciento en algunos tramos. Hoy no podía darme la vuelta, casualmente me había llamado mi colega Miguel Ángel para decirme que iban a pasar el día de campo en Juanar, qué casualidad, así que decidimos vernos allí arriba. Una vez pasado el cruce que te permite bajar a Ojén, parece que la carretera perdona algo y las cuestas van siendo algo más llevaderas, o al menos eso me lo parece; lo mismo es que ya tengo las piernas bien calentitas. Empiezo a ver la carretera de Ojén desde arriba.
Venga subir y subir, no me dan ni ganas de beber. Me voy distrayendo con el paisaje, pensando en mis cosas, lo que sea con tal de olvidarme de los pinchazos en la parte interna de mi muslo izquierdo, y en lo mal soldado que quedó el hueso del pie derecho de aquella fractura jugando al fútbol playa de jovencito. Cómo molesta el condenado ahora. En ésas estoy cuando paso por el primer mirador de Ojén.

Muchísimo tráfico para ser sábado. Es horroroso la de coches que bajan, bueno, y la de motoristas. El día se ofrecía para salir a la calle a hacer deporte, y más después de tanta agua como ha estado cayendo en este mes de enero. ¡Anda, si ya estoy en el segundo mirador! Eso sí, hoy las fotos sin bajarme ni una sola vez de la bicicleta. Es algo que me había impuesto, montarme en Marbella y no bajarme hasta la llegada al mismísimo Parador de Juanar, así me explotaran las piernas.

Ya queda menos para coronar el puerto, venga, un ligero descansito para aflojar algo las piernas antes de empezar a subir sin descanso hasta el mismo parador. Me recibe una rampa al 11,5 por ciento, y otras no tan duras pero sí muy graciosillas del 8, 9 y 10 por ciento. Madre mía, si no fuera porque saco la cámara del maillot, sin dejar de dar pedales, y me voy entreteniendo haciendo fotos …

Me persigue el fantasma de los calambres y de las lesiones. Empieza a avisarme el talón de Aquiles del pie derecho; no tengo otra alternativa que sacar el pie de la fijación del pedal y avanzar el pie, de tal forma que el brazo de palanca sea menor y descanse algo el tendón. Estoy viendo el indicador del Km 3, ya solo me quedan algo más de dos para meta, poco menos de veinte minutos de último esfuerzo.

Siguen adelantándome coches, algunos llevan prisa. No entiendo el salir a la sierra con prisas, ni que fueran a la oficina. Sé que detrás de la siguiente curva, veré por fin la zona del refugio. Estoy trazando la curva de subida al Parador, cuando veo a mis dos compañeros que venían de la zona del mirador. Paramos arriba, en el aparcamiento. Han puesto una oportuna máquina expendedora de bebidas, saco un Gatorade muy fresco, que me sabe a gloria. He quedado en que vería a Miguel Angel en la cancela que hay camino del mirador, por lo que hay que subir por el camino de tierra unos doscientos metros. Llegamos y no está mi colega. Como no hay cobertura para el teléfono, decido bajar ya y llamarle en el cruce. Mientras, aprovecho para sacarle una foto a los dos compañeros de aventura.

Para guardar un recuerdo de la subida, en el que salgamos los tres, le pedimos a un señor que nos saque una foto; al final tuvimos que pedírselo también a una chica, a ver si nos sacaba mejor, pero las condiciones de sol en nuestras caras, no eran las más propicias.

La bajada la hicimos en un suspiro. Fue un pique total de los tres, con todo el desarrollo metido, dando pedales a rabiar hasta Marbella. En cuanto pusimos pie a tierra en el lugar de origen, comprobé que faltó un minuto para que yo completase las tres horas justas de pedaleo eficaz. Ha sido muy gratificante comprobar que, ya cercano a la cincuentena, todavía tengo el motor diesel en condiciones.
Ya sabéis, pase lo que pase … don´t give up

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