domingo, 3 de enero de 2010

Primer raid del año

El segundo día de este año he querido hacer un recorrido precioso entre montañas. Ya había quedado con Raúl para hacer la ruta que sube de Marbella a Istán, por carretera, para coger después e introducirnos por caminos en la Sierra de las Nieves, salir cerca de Monda y bajar a Marbella por carretera. Un total de 55 km de darle a la bici y, en mi caso, empujarla durante un rato por unas rampas en las que se quedaron asfixiados mis cuádriceps, negándose a hacer cualquier flexión que tuviera que ver con el pedaleo. Fue duro, pero ya me conocéis y sabéis que me va la marcha; y como el cuerpo todavía me lo permite, pues disfruto con estas pequeñas aventuras.

Eran más o menos las diez de la mañana cuando salí de Marbella, equipado con un culote pirata, para que no se enfriaran las rodillas; una faja para los riñones, que mantuviera caliente mi dolorida zona lumbar; camiseta interior, maillot y chaleco reflectante amarillos para que se me viera bien por la carretera, pulsómetro, casco y guantes; ah, y el nuevo móvil y la cámara de fotos compacta. Como reserva de gasolina eché una bolsita de almendras garrapiñadas y un Red Bull. Para no perder la costumbre de olvidarme siempre de algo, no llevaba agua en los bidones.

Llegué al punto de encuentro con Raúl, en la desaladora, y empezamos a subir las primeras cuestas camino de Istán. Estaba todo precioso, con mucha agua después de tantas lluvias. La prueba de fuego, la rampa que lleva al paso por debajo del puente de la autopista, la subí tranquilo y con mucha confianza. Arriba me estaba esperando Raúl preparado con la cámara de fotos para sacarme justo al final de una curva en rampa. Le oigo decirme que no queda espacio para más fotos. Yo le digo que es imposible, que solo tiene hechas un par de fotos. Me pongo a pensar y me temo lo peor, efectivamente, me he olvidado de meterle la tarjeta después de descargar unas fotos, y se ha quedado en casa. No importa, voy estrenando móvil con cámara de 3,2 megapílxel, que me han dicho que hace unas fotos bastante buenas, así que problema resuelto.

El pantano está lleno y por seguridad está funcionando un aliviadero. El agua se encuentra de color marrón por la entrada de las aguas procedentes de riachuelos y torrentes, que arrastran el barro arrancado por las fuertes lluvias.

Una vez pasado el pantano, sobre un kilómetro más, en una curva hay una fuente, cuya agua es algo dura, pero que sirve para llenar al menos un bidón por si me entra sed por el camino. Raúl va sobrado de fuerzas, se encuentra muy ligero con sus setenta y pocos kilos y sus entrenamientos de spining. Yo sigo encontrándome fuerte. Hablando y contemplando el paisaje sin dejar de dar pedales, llegamos a Istán; en las últimas cuestas he empezado a notar un poco de calambres en los muslos, cosa que no me gusta demasiado. La fuente tiene todos sus caños derramando agua fría y buenísima. Vuelvo a cometer otro error, solo lleno uno de los bidones de medio litro, pensando que es más que suficiente hasta una venta que hay en los Llanos de Pula, entre Monda y Ojén. Le pedimos a un ciclista, un señor ya muy entrado en años, pero que conserva aún el amor por la bicicleta, que nos haga una foto delante de la fuente.

Me bebo el Red Bull que llevo en uno de los bolsillos traseros del maillot y partimos de nuevo, antes de que se enfríen las piernas. Pasamos entre los puestos del mercadillo y cogemos el camino que lleva al polideportivo, con una cuesta que ríanse ustedes del Anglirú. Al llegar arriba, cogemos un camino asfaltado, que pasa por el nacimiento que abastece de agua a la ciudad. Ya no nos encontraremos apenas coches durante casi 20 km que tiene el camino que nos llevará a la carretera que baja a la costa. Raúl se divierte haciendo caballitos y mirando unos paisajes de película.
Llegamos al cruce donde hay que tomar un carril de tierra que nos llevará por detrás de Juanar. Empieza lo bueno, esto ya son cuestas de verdad entre piedras, algo de barro en las zonas sombrías y charcos. Ya tengo que meter el tercer plato y tomarme las cosas con tranquilidad; empiezan los calambres en las piernas, pero sigo subiendo y bajando toboganes. Pedaleamos entre árboles, con vistas a dos sierras, una a cada lado del carril.
Raúl dice que se encuentra tan bien, que seguro que se le va a hacer corto el camino, que él esperaba algo más duro. Es lo que hace la juventud, que no conozcas aún los límites. Yo le digo que se lo tome con calma, que aún queda mucho. Llegamos a un riachuelo y empieza un tramo muy empinado que nos llevará a un cruce de caminos, que te da la opción de ir a Monda o a Tolox. No llevo mucho subiendo con el desarrollo más suave que me permite la bici, cuando se me quedan las dos piernas como dos palos, no pueden hacer flexión para pedalear. Es tan grande el dolor, que tengo que parar de inmediato, no puedo hacer una sentadilla, ni tan siquiera un ligero estiramiento de cuádriceps; se han asfixiado, necesitan recuperarse, así que solo es cuestión de unos minutos. Aprovecho para tomar unas almendras y beber un poco de agua. Consigo flexionar ya las piernas y dar unos pasos, así que comienzo a caminar empujando la bicicleta durante un buen tramo. Estamos pasando por detrás de Juanar y aprovecho un ligero descanso para dejar testimonio mediante una foto.

No sé cuánto queda con exactitud, ya que este camino lo he hecho en otras tres ocasiones, pero la última de ellas fue hace más de diez años, así que no me acuerdo cuánto queda antes de comenzar la bajada. Empiezo a hacer tramos de cuestas en bici y otros andando, cuando me vuelven los fuertes dolores. Así llegamos al cruce, donde hay un cartel que nos indica que “solo” faltan 9 km hasta Monda. Le hago una foto a Raúl, con vistas al tremendo desnivel que acabamos de superar. Ya sé que no nos queda mucho para empezar a bajar. Así que me animo y me vuelvo a subir en la bicicleta.
Al pasar una curva, encuentro una vista digna de las que aparecen en las revistas especializadas en paisajes y montañismo. No puedo evitar bajarme de la bici y hacer esta foto que aquí os muestro.
Paso otra curva y me encuentro ya con la bajada, qué alegría, siento el aire fresco pegándome en la cara, pasando por unos campos verdes, con la sierra al final. No parece que esté en Andalucía, más bien podría tratarse de un valle en los Pirineos. La bajada tenemos que hacerla con algo de cuidado, ya que hay mucha piedra en el carril de tierra. Yo sigo por encima de la huella dejada por el neumático de algún coche. De repente nos encontramos con que el carril está ya asfaltado, así que aligeramos en cuanto a velocidad. Así hasta llegar al cruce con la carretera principal que baja a la costa. Raúl ya empieza a sentir calambres en sus piernas. Ya está tomando conciencia de dónde estaba su límite. Nos quedan unos 14 km, los dos primeros de falso llano, el resto es una gran bajada por carretera muy bien asfaltada. Llegamos a la venta de los Llanos de Pula y … está cerrada. Noooo, tengo los labios pegados de secos, me falta glucosa, he consumido ya más de 4.500 calorías, según me indica el pulsómetro. No hay ni una sola fuente por los alrededores. Me acerco a un matrimonio que andaba por allí con su hija pequeña y les pregunto por algún grifo o fuente cercana que funcione, ya que los puntos de agua de la zona de recreo están anulados. Me dice la señora que no, pero no sé qué cara me vería, que me ofreció la única botella de agua que llevaba y me preguntó que si quería beberme algún zumo o algo. Le di las gracias, por una vez debería olvidarme de los buenos modales y haber aceptado un zumo de frutas para recuperarme algo, pero no, solo acepté que me llenase medio bidón de agua, un vaso. Empezamos a pedalear de nuevo, ya no paran los dolores, es algo insoportable, le digo a Raúl que tire un poco de mí, pero no conoce muy bien la técnica del gregario y se lía a darle más fuerte a los pedales. Llega un momento, a falta de unos doscientos metros para empezar a bajar a Marbella, en que me tengo que volver a bajar de la bicicleta y empujarla, ya que andando se me aliviaba algo el dolor. Arriba empieza un falso llano para enseguida comenzar a bajar a buena velocidad. De contento saco el móvil y empiezo a hacer fotos. Primero una de Raúl bajando a tumba abierta.

Después me hago un autorretrato, sin parar, y otra de la carretera en toda su longitud, con el sol y el mar de fondo. Me pasa un coche azul, el niño del asiento trasero me saluda muy efusivamente; se parece a mi sobrino Jesús. Por la noche, cuando hablo con mi madre, me dice que mi hermano Cristóbal le ha dicho que me había visto bajando por la carretera de Ojén, suelto de manos haciendo fotos, que me iba a matar. Mi madre ya no se asusta de oír estas cosas. Era él con su hijo, en el coche, que iban a visitarla.

Al llegar abajo, aún le quedaban a Raúl 10 km para llegar a su casa. Paró, quería comprar gominotas o algo dulce, iba cansado y necesitaba gasolina su cuerpo. Le llamé por la noche para ver cómo había llegado y qué le había parecido el recorrido. Estaba cansado, pero feliz por la experiencia.

Mis números de esta aventura han sido: 4 h 50 minutos reales de esfuerzo, el resto se fue haciendo fotos; una velocidad media de 11,30 Km/h; un máximo de 193 pulsaciones por minuto; 156 pulsaciones de media y 4.853 calorías consumidas. Cuando subí a casa eran las seis de la tarde. Ducha, comida y siesta. Hoy estoy como nuevo. Esto es vida.

2 comentarios:

  1. Verdaderamente ha sido una ruta un poco dura para empezar, espero que la proxima sea un poco mas acorde a nuestras vigentes capacidades. La descripcion de la ruta es tan exacta que parece que hubieras venido y todo. Fuera bromas, me ha sorprendido gratamente, que todavía tengas buena condición física.

    Un saludo
    Raúl.

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  2. Casi me arrepiento al ver el texto tan largo, pero ha merecido la pena. Con ese gran realismo me has transmitido todo el cansancio de esa aventura. Estás hecho un chaval, un poco loco pero un chaval. Algún día leemos tu nombre en el periódico por haberte tenido que rescatar los de protección civil o la guardia civil, jejeje.
    Un abrazo campeón.
    Arturo.

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